Prohibido prohibir.

No sé si termina siendo un buen síntoma cuando la noche se insinúa distinta en todo. Todo, es decir: esta lloviendo, divago entre llegar y no llegar y, sin embargo, absolutamente devil inside acabo de arribar al hasta aquí ignoto lugar donde, cuenta la leyenda urbana, está prohibido prohibir. He llegado. Saludo como corresponde y desde ya empiezo a percibir que se trata de un ambiente--por decir, lo menos-- peculiar. Y contra todo pronóstico, es cierto, el lugar asoma, al menos a priori, distante de esos que terminan siendo más de lo mismo. Me ubico en la cola, que la hay y larga, y me sorprende lo variopinta de la fauna asistente. Al tiempo que pienso que ahora mismo podría perfectamente estar situado en cualquier capital del mundo y ser espectador de casi lo mismo.

Mi primer cigarro lo fumo observando a un grupo que metros adelante acaba de sortear la minuciosa revisión previa al ingreso. La cercanía me permite ver el inusitado cambio que experimenta gran parte del gentío en el instante mismo de pisar el primer ambiente de la discoteca, a la sazón una especie de lounge aunque poco pretencioso la verdad. Ahora que, sin embargo, el buen gusto en la elección y ubicación de las luces le da un cierto aire sofisticado al antro.

Diez minutos han pasado y me sigo cuestionando sobre las mutaciones de las que fui testigo y pienso que quizás estas respondan a que mientras unos empiezan a respirar un cierto aire de liberación otros, como yo, están aquí por primera vez y al entrar acentúan los nervios de no saber lo que les deparara la noche. Digamos, que se nota la diferencia en las caras de los nuevos y los habitúes. Y es que, reitero, no sé si se trata de un lugar mejor o peor que otros pero me queda claro que distinto es, y vaya si en estas nocturnas lides esto termina no siendo poco.

Pasada la revisión empiezo a caminar lentamente hacia el dizque lounge obviamente tratando de ser moderado con las miradas--sobretodo con las atónitas-- situación, la verdad, difícil pues aquí hay mucho de que sorprenderse al menos para mí, por ahora, entreabierta mente. Por otro lado, acabo de confirmar que no mentía cuando decía no sentir algún particular sentimiento sobre las opciones sexuales distintas a la mía, esto es, decía no haber ejercido algún tipo de discriminación, y es cierto. Ciertísimo. Aunque no deja de ser verdad, que nunca había estado en su hábitat natural y no teniendo mayor problema con ello, no hay forma que eso un poco no logre intimidarme.


Mientras sigo, ya por inercia, saludando a más desconocidos me río pensando cuantos de los habituales distraídos estarán pensando que al son de Calle 13 acabe, por fin, a atreverme a salir del closet. Siento desilusionarlos. Por cierto, atrévete-tete es un himno aquí y que duda cabe que dicho tema es el pico mas elevado de un género poco acostumbrado a la genialidad.


La cierta calma que hace minutos reinaba ahora parece darle paso al inmanejable caos de gente recorriendo intercaladamente los ambientes del lugar. Yo sigo en el lounge. La música electrónica, y altísima, parece alborotar al racimo. A nadie, salvo a mi, parece sorprenderle ver, en medio del desenfreno, a un despreocupado lector devorando un libro del laureado Álvaro Pombo y es, justamente, viéndolo que he recordado que solía compartir aulas con algunos aspirantes a escritores a los que hubiese sido ocioso preguntarles sobre su deschavadísima opción sexual. Y es que, lo raro de este espécimen no es que lea sino que luce un traje elegantísimo que no digo desentone con el vestuario del resto de la “feligresía” solo que resalta, aunque ahora que llego su pareja--otro de terno que acaba de besarlo y no precisamente como padre a hijo--ya son dos con looks de ejecutivos desenfadados. 
En el Banco nadie sabe sigan nomás guys, acabo de pensar. No ha pasado mucho tiempo hasta que, y por una fina cortesía de otro desconocido, la mesa luzca llena de tragos. Es, entonces, que decido darle el primer sorbo a la cerveza que ubicaron frente a mí y como siempre no brindo con nadie, me la empujo nomas. Es que por si alguien no lo sabe, debo decir que detesto golpear mi vaso solo por seguir al rebaño.

Son casi las doce y seguimos bebiendo los mismos que llegamos aunque, en realidad, solo conozco de antes a la única mujer del grupo y sucede que alrededor de la mesa contándome somos cuatro. Los casi desconocidos son Marcelo y Javier, íntimos de mi amiga y aunque eso no alcance para que sean mis amigos igual oyéndolos la estoy pasando bien que es, al fin y al cabo, lo que cuenta. Marcelo frisa los veinticinco años y lleva el cabello larguísimo porque cree que eso le da la apariencia varonil que ni él cree tener. Precisamente es quien primero me pregunta si soy o no gay. Le digo que no y parece no molestarle eso. Me cuenta que esta tramitando la documentación para marcharse a Europa. En eso, se le ocurre afirmarme que tiene enamorada pero no me es difícil imaginar que los viernes luego de depositarla en su casa, se enfunda la camisa ceñida, le echa harto mousse al cabello, se desvive en rociar generosas dosis de perfume francés y llega a la que dice considerar su segunda casa.


Frente a mi esta Javier de exactos veintiséis años quien trabaja como mozo de un famoso restaurante y no se porque pero sospecho que le encantaría, además, ser "buemozo" y gustarle muchísimo al extraño de pelo largo que tiene estratégicamente al lado. Dice no ser gay y apenas ventila que podría llegar a ser bisexual. Nadie de la mesa le cree y yo, la verdad, tampoco. Parece estar algo nervioso tratando de evitar que me entere que es gay, y no sé como decirle que no se preocupe en mostrarse muy macho que eso lo hace verse aun mas gay. Es todo un personaje si hasta enciende un cigarro mostrándome orgulloso su zippo y yo pienso, silente, en lo bueno que termina siendo saber que mi zippo esta tirado por ningún lado del desorden caótico de mi departamento. 

Finalmente nos cuenta, o quizás presume, que es habitué de este tipo de lugares, y de este en especial, por años, y yo parece que sonriera pero estoy pensando ¿Y a mi qué? Pero callo en aras de llevar la fiesta en paz y del respeto. Casi no los puedo oír porque suena altísimo un tema de Erasurea little respectque coincidencia.´

Carolina, muy amiga mía, además de servirme de guía y acabar de presentarme a Marcelo y Javier, es una chica extraña que dificulto sea lesbiana pero que se divierte con que se piense que es transgresora hasta en su opción sexual pero, lo que es yo, no le creo siquiera que sea bisexual. Es melómana como yo, de ahí nuestra amistad. Y es que pasa que el compartido amor a la música, o al arte en general, genera una relación que así de estrecha pienso que en otro contexto seria muy difícil de configurar.