Dos para un final [ Not For You Part 8 ]

Era la noche fría de un sábado de invierno. No tenia ganas de hacer ni mierda. O casi nada. En principio, lo poco que tenía planeado era en este orden: departir con mi voluntaria soledad, amenizarla con buena música, no contestar ninguna llamada, servirme un trago, o dos , o tres, de algo rico y, tal vez, escribir, de una buena vez, el final de esa historia que ya estaba empezando a odiar, y mucho.

El caso, es que como sea quería ver como aquella dulzona historia, que ya tenia un tiempo de haber iniciado, llegaba a su puto, digo punto, final. Para eso, felizmente ya había desterrado de mi la tonta idea de esperar que el destino me dictara líneas que consiguieran que el relato acabe distinto a como debía terminar. No sé bien porque pero necesitaba con urgencia colocarle la palabra “FIN” puesta así en mayúsculas, a esa historia y escribir otras más gratas que ya tenían tiempo surcando mi cabeza.

Sin embargo, termine cambiando los planes y decidí salir a buscar ese libro, el de la bella y talentosa AB, que ya sabía nunca iba a encontrar en esa librería que solía, de cuando en cuando, visitar. Todo lo que vendría también lo sabía, y muy bien. Todo, es decir, otra vez le preguntaría, por las huevas, a la misma vieja roñosa que atiende ahí, si, acaso, ya les había llegado el libro y oyendo su consabida respuesta dirigirme a la contigua tienda de discos a comprar algo bueno que consiguiese variar, en algo al menos, esa rara mezcla de melancolía y mal humor que llevaba a ese momento.

En eso, cuando me tope con ese disco, como no había ocurrido las anteriores veces que lo vi, las cosas súbitamente comenzarían a cambiar. De pronto, mágicamente estaba feliz mirando melancólico cada rincón del lugar sintiendo como se apoderaban de mi los recuerdos de esos dos últimos momentos en los que la pude ver.

[El disco: la edición remasterizada, y con bonus tracks, del mítico, y genial, Ten de Pearl Jam. Ella: no podría ser otra que V--en efecto, la “Vero” de “Genaro”(a la sazón, el que fue mi alter ego favorito) ambos protagonistas de aquel viejo relato, hasta hoy inconcluso, de este blog: Not for You--]

Recordé los sabores agridulces que me dejaron aquellos dos episodios finales que vivimos todavía, pienso yo, embadurnados por esa deliciosa melaza que fue nuestro gran amor.

Lo anecdótico, es que esa penúltima vez se suscitaría, precisamente, en esa misma tienda en la que ambos sin saberlo, ella por su lado y yo por el mío, aparecimos separados pero unidos por nuestra más afanosa pasión: la música. Ya la última, aunque se lea contradictorio, ocurriría más bien planeada un poco por los dos y por ese mismo azar que un día nos quiso ver juntos y otro lo suficientemente lejos de nosotros mismos.

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Por esos días hacia las veces de practicante en un conocido estudio de abogados y, la verdad, me iba bien. En el plano sentimental entendía, o quería creerme que así era, que su lejano recuerdo ya no me jodia y que yacía en alguna parte olvidada de mi mismo. Reafirmaba lo que pensaba el hecho que ya habían pasado algunos años sin mencionarla en las conversaciones, o, mejor dicho, chupetas, con esos dizques winners que solían presumir de haberse tirado a cuanta mujer linda se les había cruzado: mis amigos. Esos que nunca confesaran sus batallas pérdidas y menos aun las piscinas que hubiesen podido llenar con las lágrimas que estoy seguro derramaron por alguna o por muchas de aquellas que preferían decir que aun morían por ellos.

Lo que es yo, por esos años me había venido cuidando de no estar cerca a la tentación de recordarla y terminar aburriendo, una vez más, a nadie contando esa vieja historia, la nuestra, que aunque linda ya tenía más repeticiones que el Chavo del Ocho. Por eso, y apuntando a no añorarla, es que procuraba no abrir esa especie de caja de pandora en la que yacían sus recuerdos en mi cabeza.

Total, si ella estaba tan lejos que caso tenia recordar a quien no se iba a subir jamás a un avión solo para que nos encontráramos en ningún lugar, pensaba realistamente.

No miento si digo que hice de todo por olvidarla desde las cosas más estúpidas como sacar sus tarjetas (esas antiguas, pero lindas, que eran del tamaño de una tarjeta de crédito) de mi billetera, esconder sus fotos, hasta las más sensatas como no frecuentar nunca más a los que fueron los circunstanciales amigos de la relación, ni acudir, por un buen tiempo, a los bares que solíamos frecuentar. Pero, hay algo que nunca pude hacer, esto es, dejar de oír las canciones del grupo que le aportaría la banda sonora a nuestra relación: Pearl Jam.

Esa noche había quedado con mi gran amigo del colegio el buen Camilo— al que había dejado de ver durante algunos años por temas familiares y a causa de mis constantes mudanzas— en reencontrarnos para ir a beber algo y conversar en algún bar de Miraflores. Cuando por fin llegó, y tras el afectuoso abrazo que nos dimos, decidimos pasar primero por la tienda de venta de discos más conocida de la ciudad. Camilo, también melómano al mango, apuraba el paso para entrar y enseguida buscar algún disco que no tuviera de The Beatles, Paul McCartney, Sui Generis, Billy Joel o Charly García.

A diferencia de él lo mío, me quedaba claro, podía estar en cualquier rincón de la tienda, pues había tenido etapas de oír todo tipo de música, y entonces feliz me podía pasear en cualquier rincón del establecimiento viendo discos de bandas o solistas de géneros tan disimiles como: Skid Row, Pat Metheny, Enya, Hector Lavoe, The Pixies o Silvio Rodriguez.

Pasados algunos minutos nuestros pasos confluyeron ante el mismo inmenso mostrador de discos, este ya de de música de nuestra mejor época: los 90’s.

Hablábamos mientras revisábamos discos.

— ¿Viste a la que está en el mostrador de al lado?— preguntó con voz de “pendeivis” retirado.

Sin prestarle mucha atención seguí viendo discos, pensando que seguramente se trataba de alguna pulposa fémina con cara de muchos amigos.En otro momento, ya lo tenía insistiendo farfullando casi lo mismo.

—Ahora se vino más cerca, mírala no seas aburrido que es demasiado linda cojudo, ahí sí que me casaría de una—me dijo al tiempo que se mordía el labio inferior.

Es ahí que gire la cabeza y pose directamente mi mirada en ella. En eso sentí que la voz se me iba y literalmente me quede unos segundos inmóvil, sin atinar a nada.

Era ella, carajo.

Habían pasado los años e insospechadamente la tenía en frente y atónito pude ver como dentro mío comenzaba a correr una especie de corto, muy corto, en el que nos veíamos sonriendo, oyendo música, llorando ambos en la despedida, chupando absolute a morir, amándonos, dejándonos y cien mil huevadas más que llegaban, sin habérselo pedido a mi cabeza.

De pronto, superado por la situación no hice más que salir disparado del lugar. Sin mirar a nadie, y hecho un cojudazo, es verdad, me fui. No deje de caminar rapidísimo hasta cruzar la pista que me separaba del parque que se ubicaba frente al lugar. Camilo no entendía nada, solo caminaba rápido al lado mío, sin saber qué carajo me estaba pasando en ese instante. Me estaba llenando de preguntas cuando detuve el paso y me senté en una banca del parque.

Callado por algunos segundos me tome la cabeza, exhale aire y levante la mirada.

— Esa que está ahí adentro es V, ¿Necesito decirte que me pasa?

— Uy, chucha. No sabía—dijo Camilo.

—Vámonos que ahora que la volví a ver ya me estoy viendo cagado por semanas, meses, años, en suma, otra vez la misma mierda—dije rendido una vez más ante ese amor que ya sabía jamás había podido olvidar. No entiendes, huevonazo, que a mí no me gusta casi nadie, la mayoría me llegan al pincho, pero las que me gustan me cagan la cabeza, me hacen sentir un recontra idiota. Detesto esa mierda de sentirme así—dije entre emocionado y alterado.

— Ya, digamos que te entiendo, pero no seas tan cabro. Si ella no te ha visto, porque acuérdate que yo te tapaba, entonces no seas huevon y al menos salúdala que ya da lo mismo, si igual dices que vas a estar hecho mierda.

Finalmente eso último que dijo acabó por convencerme y procedimos a volver a la tienda. Reingrese nervioso por dentro, pero fresquísimo por fuera. Camilo miraba por todos lados para ubicarla hasta que con una mirada me dijo donde estaba ella. No perdí el tiempo y fui decidido a su encuentro. Antes de dar el primer paso pude ver a Camilo mirando la escena sonriendo orgulloso de cómo había logrado que consiguiera derrotar a mis demonios y me aprestara a enfrentar a mi mejor pasado.

Pero, no. Y tras mis dos primeros pasos, no pude más y salí, una vez más, de ese túnel del tiempo. Al verme salir Camilo muy molesto no se aguantaría y hablándome con cierto rigor alzaría la voz mencionando mi nombre. En ese instante sentí la mirada de V justo en mi espalda, pero igual me fui pensando en nunca detenerme. Salí sin frenos. Sentía que podía llegar hasta al mismito mar que teníamos abajo sin bajar la intensidad y firmeza de mis pasos. Dentro mío sonaban canciones, oía su voz diciéndome que me amaba, que siempre estaríamos juntos y las exactas palabras que dijo esa noche en la que decidió pasar a mejor, o peor, vida lo nuestro.

Camilo caminaba atrás mío preguntándome hasta donde iría. No me provoco responderle hasta saber que estaba lo suficientemente lejos de ella, de mi, de todo. En eso, exhausto detuve el paso y me deje caer en el verde jardín de una casa del Malecón Cisneros. Lo cierto, es que había sido para mí, sin duda, un hecho inesperado y no sabía si adorar o detestar mi maldita, o bendita, suerte.

— Asu, que quemados están ambos, ¡ah!—dijo rompiendo el silencio Camilo.

— Que hablas oye zonzo, no te entiendo ni mierda—dije confundido.

— Es que ella, seguida de cerca por otras dos mamacitas, te vino siguiendo de lejos como dos cuadras hasta que seguro se dio cuenta que eres pura finta y no debía darle tanta importancia a un terrible mariconazo como tú. Te me sigues cayendo tío— me dijo cachoso Camilo.

— No me sorprende eso, alucina. Lo único bueno de todo es que ahora que se que ha vuelto estoy seguro que esto no termina aquí, vas a ver que no—dije muy seguro de mi afirmación.

Y no me faltaba razón pues para bien, o para mal, restaría una vez más.