Not For You : Part 3

Habían pasado ya algunas semanas y la situación era casi la misma con la sola diferencia que Genaro pasaba cada vez menos tiempo con la que circunstancialmente se había convertido en su enamorada. Andrea, por su edad, no gozaba de una vasta experiencia en relaciones de pareja, pero sí recordaba muy bien las cosas que hicieron que la relación de sus padres colisionase. Por eso, nunca objetó que Genaro saliera con sus amigos o que se emborrachara con o sin ella. Es más, pensaba que el alcohol en ocasiones lograba volverlo detallista y cariñoso. Ilusa e inexperta seguía al pie de la letra eso que leía en las revistas para mujeres que solía devorar: “al hombre hay que darle su espacio”.

[Él, mientras más se alejaba del presente se acercaba más al pasado. Y el capitulo de Vero era, es verdad, un pasado sin historia. Pero que hambre de escribirla tenía. Ella, seguía esquivándole a su madre la respuesta a la reiterada pregunta si algún chico le gustaba]

Ese viernes salieron los vecinos y, por algunos minutos, recalaron en el tema preferido de Genaro: Vero.

— No importa que no haya preguntado por mi, igual quisiera verla. No sé, es que hay una necesidad en mi que sean sus ojos los que me nieguen eso que me dijeron esa noche que la conocí—dijo Genaro confundido por el desinterés de Vero.

Hubo una pausa.

— Es por demás, ya pasaron varios meses y ni rastro de ella. Y si, como dices, esta loca por ti pues lo disimula muy bien— dijo Darío
— Una vez que hablamos me dijo que la pasó bien, pero no me preguntó por ti en particular´. Pasa que ya no hablamos mucho, ella esta siempre con el grupo de las que se creen lo máximo — acotó Renata
— ¡Esperen!Si Andrea y Vero van al mismo colegio, ¿entonces, se conocen no?—preguntó Martín.
— Claro, si Vero es la mejor amiga de la hermana mayor de Andrea—respondió de inmediato Renata.
Genaro bajó la mirada, se mordió el extremo derecho del labio inferior y pensó que antes le había dado miedo preguntar eso.
— Oye, y de Andrea ya te aburriste, ¿no? —preguntó Renata—ya casi ni la veo en el colegio y en los intermedios ni me habla — dijo con gesto de confusión.
— Estamos distanciados y siento que esta cerca el final. Sucede que la pasamos increíble, me gusta un montón pero no hay ese feeling que lo entiendo como un lenguaje no auditivo y puramente visual que desarrollan dos personas que, iguales o distintas, se complementan. Ocurre que sabiendo poco o nada de Vero si tengo claro que ella es el amor vestido de mujer. No hay punto de comparación posible entre ellas—contestó concluyente—Andrea y yo acompañamos muy bien nuestras soledades, pero no estamos enamorados—siguió diciendo Genaro.

Tiempo después.

La noche del quince de agosto Vero cumplía dieciséis años y lo celebraba luego de mucho tiempo en Lima. Tal vez sumida por momentos en la pena por la ausencia de su madre, pero también feliz de estar con sus amigas. Y como era de esperarse para la ocasión su madre se preocupó en enviar una cuota especial de dinero para que no se midan en los gastos de la fiesta de su primogénita.

Bebían y bailaban a la vez. Era todo un descontrol.

Dentro del baño, y mientras se lavaba las manos, Vero subió la mirada y pudo ver en el espejo a su compañera de aula quien aguardaba para hacer lo mismo. Le sobrevino, de pronto, una oleada de confianza y sin voltear solo mirándola por el espejo le dijo:

— Carla, creo que ahora si me gusta un chico—le dijo seria.
— ¿Quien es? ¿Ha venido? ¿Como así?—preguntó ella.
— No, no ha venido y se trata de un amigo de Renata. Fue rarísimo, lo vi y era tan común que me dio cólera que me agrade tanto que le dije algunas cosas feas. No sé, me sentí indefensa e intimidada a la vez y preferí agredirlo para que le quedase claro que detestaba a los tipos como él.
— ¿Nunca más lo viste? O sea, ¿no le preguntaste a Renata por él?´
—No, pero creo que él se dio cuenta que me había gustado, pero por mi que se joda— dijo mientras abría la puerta del baño y se marchaba.

Vero había destapado eso que había preferido tener camuflado en sus adentros. No estaba borracha, es cierto, pero sí llevaba dentro la suficiente dosis de alcohol como para decidir que al día siguiente pasaría por casa de Renata. Creía que si, como suponía, Genaro era tan normal y poco importante entonces podría verlo enfrentar el asunto y luego largarse.

La casa quedó hecha un desastre.

— Amiga ¿Te levanté?— oyó Renata.
— No, normal, si ya es casi el mediodía y no puede ser que siga durmiendo. Déjame felicitarte, la fiesta salió increíble y sigo cansadísima -le dijo emocionada—Vas a venir ¿no?—.
— A eso iba, pasa que te quería proponer que vengas a almorzar podemos tomar algo y después nos vamos para tu casa.
Almorzaron conversando, bebiendo y riendo.
— Igual, supongo, que vamos a ir a mi casa ¿No?— preguntó Renata — van a estar los chicos los que te presente esa vez no sé si te acordaras de ellos.
— Si, claro que me acuerdo, a propósito ¿Que hacen ellos ?—preguntó Vero.
— Darío estudia para periodista es, creo yo, el mas centrado pero, también, es el mas tímido imagínate que llevamos saliendo varios meses y aun tartamudea al hablarme. Martín es el mayor de todos, estudia Ingeniería industrial trabaja en la empresa de su padre y le va bien. Genaro estudia para abogado y es disc-jockey de una discoteca. Todos son buenos chicos sin duda lo mejor que pudo pasar fue mudarme a ese vecindario. Vamos de una vez que ya es tarde—dijo mirando el reloj Renata.

Estaban muy relajados conversando y pensando en comprar algo para calentar la fría noche. De pronto, se detuvo un ruidoso taxi; entonces todos se dieron cuenta que Genaro le daba la espalda a la pista, pero la suerte no a él.

— No voltees pero acaba de llegar Renata con la chiquilla esa que te tiene trastornado—dijo lo suficientemente serio, como para sonar creíble, Darío.

Genaro se dio vuelta cerró los labios y se quedó mudo. Un ligero viento pareció envolverlo mientras la miraba acercarse. Esos pocos segundos solo le dieron tiempo para pensar que se veía endiabladamente bella y que vestía muy parecido a como la solía ver en sus sueños. Sabía que la única forma de que todo marchase bien era medir palabras, no discutir tonterías y cuidando mantener una cierta distancia. Ni muy conchudo, ni desinteresado tampoco. Había imaginado tantas veces el encuentro pero no quería cometer el error de notarse apresurado y decirle que ahora que se encontraban no se iban a separar nunca más.

Luego, las convencieron de que los acompañen a ir a comprar el vodka. Genaro se ubicó al lado de Vero y ambos caminaban lento dando la impresión de intentar retrasarse. No conversaban, solo caminaban. Genaro, en ese transito, era asaltado por muchas ideas y, sin embargo, no decía nada. El silencio era tal que solo se oían ladridos de perros, bocinas de autos y el ruido que hacían sus pasos al pisar el asfalto.

Cinco minutos más tarde y cuando Genaro no hallaba aun la manera de romper el hielo.

— Ayer fue mi cumpleaños, ¿sabias?— sobreparando bruscamente preguntó Vero.
— Me entere hoy por Darío— dijo feliz por el inicio del diálogo. Feliz cumpleaños atrasado, ¿la pasaste bien? –agregó preguntando en voz baja porque habían llegado ya a la tienda y no quería ser oído. Ella, lo miró y sin necesidad de palabra alguna le hizo saber que luego le seguiría contando. Él, pensó que eso es a lo que se refería cuando dijo que ellos, la noche que se conocieron, hablaron sin hablar.

De vuelta en casa de Darío sonaba Pearl Jam y el vodka ya lucía solo la mitad de su contenido. Ella, sentada al lado parecía solo oír lo que el decía. Él, parecía solo estar interesado en que ella lo oyese. De pronto, y cuando el volumen altísimo solo permitía oírse a quienes tenían al lado, y con la ayuda de los tragos que diligentemente habían consumido, irrumpió Vero sin dejar de mirar y oír lo que le seguían diciendo los ojos de Genaro.

— Por un momento ayer durante mi fiesta pensé, no se por qué, que llegarías—susurró Vero.
 Que curioso, hoy pensé que tal vez hubiera podido ir y gozar viendo tu cara de espanto pensando lo conchudo que era al aparecerme—riéndose respondió.

Los vecinos empezaban a arrepentirse de haberse reído o al menos dudado de lo que había venido diciendo Genaro los últimos meses. Si solo de verlos se notaba que había una conexión, parecía como si hubiera existido un tiempo antes de ese trato que se prodigaban y, la verdad, era que recién se estaban volviendo a ver. Se empujaban, reían y cantaban todo de a dos, era como si se hubiese abierto un gran paréntesis y el resto se hubiesen vuelto invisibles a sus ojos. Luego, él, estratégicamente le propuso salir a comprar cigarros. A lo que ella, sin titubear, accedió.

Esta vez el camino se hizo más ameno al punto que decidieron sentarse al pié de una vereda para conversar alejados del bullicio que ofrecía en esos momentos la casa de Darío. Genaro no pudo contenerse y le preguntó aquello que había dado vueltas por meses en su cabeza.

— La noche que te conocí, ¿me trataste mal solo por joder o por qué?— interrogó.
— Sabía que no tardarías en preguntar eso. No sé, parece que te asombrara que alguien no piense como tú y que te lo haga saber o, acaso, ¿es machismo?—dijo queriendo librarse de decir la verdad Vero.
— No, tú no pensabas distinto, tú me atacabas—discrepó tibiamente Genaro.
— ¡Ah! O sea, que tú jodes a todo el mundo y a ti no se te puede decir otra cosa que no sea darte la razón—insistió Vero.
— Tú sabes que eso es mentira, sabes bien que me provocabas buscando una reacción agresiva que de mi que nunca ibas a encontrar, solo me falta saber porque lo hacías—contestó tranquilo Genaro— No pierdo los papeles con frecuencia menos aun si me avasallan mirándome con unos ojos hermosos como los tuyos— siguió diciendo bajando lo tenso del momento con un adjetivo galante.
Genaro movía bien sus piezas, sin darle lugar al mínimo error.
— ¡Mierda! No es el trago, lo sé, tienes un ojo de un color y el otro de otro. Uno azul y otro verde. Esa es la imagen tuya que me persiguió durante algunas noches—dijo Genaro limitando a solo algunas a las muchísimas noches que la había soñado.
— Si, tampoco hay que ser muy detallista para notarlo, ¿Te gustan así?—dijo coqueta Vero y, obviamente, sintiéndose dominadora de la situación.
— Me gustan si, como me gusta el vodka, como me gustan tantas cosas— respondió casi sin mirarla a los ojos.

No puede ser que casi sin saber nada esté a punto de ocurrir algo, piensa Vero. Esta intentando manipularme, saltando de un tema a otro para evitar hablarme de lo que le pasa conmigo, piensa Genaro.

La escena los mostraba sentados uno al lado del otro. Ella, mirándolo todo el tiempo. Él, por ratos, intimidado contando las piedritas del jardín que pisaban y balbuceando una que otra respuesta inteligente.

— Dejémonos de huevadas, yo te voy a decir que pasa—dijo en un arranque de valor Genaro.
 ¿Que pasa según tú?—dijo sorprendida ella.
— Pasa que con tus preguntas sin sentido sigues intentando que me pierda en tu juego de chiquilla creída que piensa que uno debe rendirse a sus pies y aguantar sus desaires—dijo algo irritado.
— Hoy no he sido descortés, me parece—responde serena ella—No voy a hacer las estupideces que harían otras, no esta mal que quiera saber que hay tras tras esa estela de tipo altivo que muestras—insistió ella.

Él, la miró y sonrió. Ella, lo miró y abrió aun más los ojos para luego cerrarlos cuando sintió la proximidad de sus labios. Ella separó un segundo los labios para decirle que también lo había soñado y que si bien no sabia exactamente que era el amor, eso que le estaba pasando y sentía era aun más lindo.

Te tengo que contar algo importante—dijo temeroso Genaro.