Entre una mirada y el amor.

Pienso que hay pocas veces en las que realmente nos hablamos de tú a tú con el amor. En casi todos los casos, lo habitual es que todo tienda a ser la sumatoria de muchas circunstancias. No obstante, a veces esto se suscita detrás de una aparente simple situación: un cruce de miradas. Esa misma que te hace pensar en una posteridad que, tal vez, a ese momento aparezca como utópica.

Por eso cuando la vi y ella me miró supe enseguida que se había tatuado en mi alma y que ya solo quedaba esperar el encuentro porque así pasaran los años y este tardara en ocurrir, un día igual sucedería. Ni media duda me cabía de eso.

Gente pasaría, situaciones también, lo que no alteraría en nada que un día nos habríamos de volver a mirar para darle continuidad a eso que nació cuando solo apenas nos vimos.

Y así fue. Un día aconteció el encuentro. Esa ansiada noche nos vimos, bailamos y nada volvió a ser igual en nuestras vidas.

(….)

A ella la conocí en casa del que desde siempre fue mi mejor amigo. Fue justamente ahí en el mismo lugar donde paralelamente, o digo mejor verdaderamente, me sentí mas en familia que en mi propia casa.

Duro, pero cierto.

De esa tarde, cuando por vez primera la vi, puedo recordar con inusual claridad que me dio la impresión de ser una mujer distinta, más bien dulce. Supuse enseguida que era una chica sencilla, pero también con esa dosis de sofisticación de la que inevitablemente precisan siempre mi ojos para detenerse a mirar a alguien.

Y no miento si digo que hasta ese día poco me había pasado eso de fijar la mirada en alguien. Por eso, cuando así sucedió ya lo entendí como más que un simple síntoma inequívoco de eternidad.

Sin duda alguna, pienso que algo nos empujaba el uno hacia el otro o, al menos, eso fue lo que sentí al verla. Entonces, ya su ausencia durante los años que no la pude ver, en cierta medida nunca fue tal porque desde el pensamiento estuvo siempre a mi lado. Lo cierto, es que ya no había nada que hacer ella le había aparecido a mi vida. Así repentinamente, pero para no irse jamás.

Pero, sigo contando que después de verla, en ese preciso instante, sentí inmediatamente que algo de ella se había mudado para siempre dentro de mí. No sabía cuando, pero sí que un día la vida nos iba a querer ver juntos. Eso lo daba por descontado. Y esto, porque sin tenerla ya la tenía.

Lo que quiero decir es que nunca la quise, la amé de frente.

Por entonces, a mediados de algún año del 2,000, acababa de retomar esa tranquilidad que casi nunca había tenido. Muchas horas de terapia ayudaron en eso, pienso. Pero, en cualquier caso, sabía que tan desorbitado ya no estaba. Eso ni hablar. Tenía una carrera, pero confieso que yo solo quería escribir, leer y pensar en todo y en nada. Mucho más lo primero, eso sí.

Lo cierto, es que desde la infancia ya soñaba con ser escritor. Pensaba que tenía todo para serlo. Creía, como algunos pocos, muchísimo en esa a la que considere siempre mi principal vocación: la escritura. Por eso, es que por esos años evaluaba seriamente juntar los pocos ahorros que tenía, o no sé pedir prestado, para comprar un boleto a Madrid. Y no es que creyera en demasía en aquel “sueño latinoamericano” o sea, llegar, publicar, hacerse famoso y vivir a cuerpo de rey solo escribiendo, sino que si un solo sueño tenía, tengo y tendré es vivir para escribir y escribir para vivir.

Irremediablemente los años pasaron, llego a su fin una relación de muchos años, me embarque en otra que me dejo un sabor agridulce, para luego iniciar algunas otras con fechas caducadas en todos los casos.

Durante el transcurrir del tiempo, hasta volver a verla, algunos episodios la trajeron de vuelta a mi mente, cosas tales como: oír de ella, encontrarla alguna vez en esa misma casa a la que me referí líneas arriba y también en las ocasiones en que, sin aparente razón alguna, le aparecía su imagen a mi mente.

Todo esto hasta una noche de copas en la que me enteraría que estaba embarazada de la pareja con quien la había visto acompañada alguna vez. Tras oír la noticia, me alegre por ella y pensé que tal vez se trataba de la primera vez que una premonición—aquella que me decía que era el amor de mi vida— me estaba fallando.

Me quede en silencio y recordé, no sé bien por que, que cuando los vi juntos por primera vez(a ella y al padre de su hijo) me dio la impresión que ella no lo quería en demasía. Pensé, además, al verla que ella estaba segura que él no era el gran amor de su vida.

Por el no daría todo lo que pudiese dar, seguramente por mi si—seguí pensando.

Sin embargo, ya luego repare en que si, acaso, ese no sería el fin de esa historia. Sin historia aun por esos años, a decir verdad. Total, si ella estaba a punto de tener un hijo de la persona que solía acompañarla por esos días y a mí casi no me registraba del todo.

Y la palabra “casi” aparece por cuanto hubo una tarde (muchos años antes) en la víspera de una Navidad que ella arribó a esa misma casa mientras departía con mis amigos de toda la vida. En ese instante en que despreocupadamente la miraba fue que ella, al sentir como la veía, pienso que sí empezó a preguntarse quién era Yo.

Y Yo, era apenas eso mismo que supe que ya era tras ese segundo cuando nos vimos por primera vez.

Eres el gran amor de mi vida, a nadie he querido como a ti—le pude oír pasados algunos años de esa mirada.