One More Try


Cargando mis veinte inmaduros años salí ese viernes a lo de siempre: a la caza del beso de alguna linda y desconocida fémina que consiguiera mitigar-en algo al menos- la sed de conquistas chiquitas que algunos compartíamos a esa edad. La verdad, no logro recordar como llegue a ese alejado lugar pero sí que se trataba de una fiesta de quinceañeras en evidente estado de ebullición, en punto caramelo para ser más específico. Mocosas lindas en su mayoría.

Lo cierto, es que sin querer estaba en el paraíso, disfrazado esta vez de fiesta de colegio religioso de mujeres y, entonces, solo restaba afinar bien la puntería mientras dejaba que la dosis de cerveza acabara de exterminar el último rezago de timidez que a esas alturas albergaba. Tras un minucioso recorrido ya la tenía ubicada y que linda era carajo. Le di vueltas al asunto, y a pesar de los tragos que ya tenia encima igual me sentí, la verdad, más cerca al rechazo que de acabar bailando, conversando, y riendo con ella. Me quede mudo viéndola sonreír mientras bailaba feliz rodeada de otras mujercitas y de algunos mozalbetes imberbes que, avispados según ellos, aguardaban cerca para ir a su encuentro. Pensé en ubicarme en un lugar estratégico para observarla a la espera del momento en que mi arrojo le ganase la partida a mis temores y, por fin, me animase a acercarme a pedirle que baile conmigo.

De pronto, una canción muy mala hizo que las parejas dejaran de ser tales y, de inmediato, pensé que ese era mi momento. Y es entonces, que caminé rápido hacia ella con tal mala suerte que justo en ese preciso instante ella decidía incorporarse a otro grupo. Pero, como a mí ya ni el destino desfavorable conseguía amilanarme seguí caminando directamente a darle caza a mi doncella. Hasta que llegué y estirando mi mano toqué suavemente, como con miedo, su brazo derecho.

— ¿Si? —me dijo volteando sorprendida.
— No sé, ¿Quieres bailar?—pregunté mirándola con un gesto que le advertía que su negativa podría fácilmente colocarme al borde del suicidio.
— ¿Esta canción?—cuestionó, quizás esperando que abdique de mi cometido.
— ¡Claro! esta misma—dije convencido.
— ¡Ja!, ya pues vamos—me dijo tomando mi mano y caminando algunos pasos hacia la derecha.
— ¿Como te llamas?—pregunte mientras caminábamos.
— Claudia—me dijo cuidando ubicarse justo donde sus amigas estaban bailando— ¿Tu?—me preguntó.
— Genaro—respondí de inmediato.

Bailando con ella me sentía en la gloria y hasta me atreví a improvisar algunos de esos pasos que solo el alcohol consigue sacar de no se donde. Llevábamos ya algunos minutos moviéndonos cuando el final de una canción trajo consigo unos odiosos segundos de silencio que hicieron que nos miráramos sin saber que hacer y menos que decir.

— ¿Seguimos bailando?— pregunté.

Ella encogió los hombros sonriendo y, sin decir nada, siguió moviéndose al ritmo de un merengue.Más tarde, dejaríamos ya de danzar para sentarnos a continuar conociéndonos. Y estaba tan ensimismado por su belleza que no me permití correr el riesgo de intentar robarle un beso y que eso pudiera llegar a confundirla respecto a mis intenciones con ella. Por el contrario, delicadamente le pedí su número telefónico y hasta ofrecí llevarla de vuelta a su hogar. Luego, me enteraría que los padres de una de sus amigas la devolverían a su casa y que, además, justo en ese momento acababan de llegar y las estaban esperando en la puerta del lugar. Lo ùltimo que le dije fue que también me marcharía porque sin ella en la fiesta no tenia sentido que me quedase. Ella sonrió y enrumbó perdiéndose entre la gente.

A la mañana siguiente, me levante muy temprano y pensaba si las siete de la mañana era una buena hora para llamarla y, obvio, decidí que mejor al mediodía intentaría hablar con ella. Los segundos me parecieron horas, los minutos los sufrí como días, y las horas fueron duros años para mi ansiosa espera. Cuando, por fin, dieron las doce en punto levante el teléfono y nervioso la llamé.

— Si, buenos días—pude oír de alguien que parecía no ser ella.
— Disculpe, ¿Me podría comunicar con Claudia? — pregunté en voz baja.
— Soy yo— me dijo.

Hablamos por unos minutos y no me pude resistir a proponerle que nos encontrasemos esa misma noche. Me dijo que no había problema y, entonces, arreglamos encontrarnos en el lugar mas romántico que se me ocurrió. Llegó puntual, hermosa y sonriente. Entramos, pedimos unos tragos y pasamos horas conversando hasta que el inicio de una canción me inmovilizo por unos segundos.

— Es hermosa esa canción—dije volteando a ver el vídeo en la pantalla que tenia a mis espaldas.
— ¿De quien es? ¿Como se llama? — me preguntó intrigada.
— Es de George Michael y se llama “One More Try”.
— Que linda que es —me dijo.

No conversamos nada hasta que pasaron los cinco minutos que dura la canción pero sí un par de veces voltee a verla.
— Ya vengo espérame un segundo— le dije, con una decisión ya tomada.

Raudo me acerque donde quien programaba los vídeos y le consulte si podría repetir la canción. En principio, el muchacho se negó aludiendo que la política del local era no repetir ninguna canción.

— Mira, estoy con una chica que acaba de oír esa canción y le ha encantado y yo de repente te pareceré un idiota pero quiero decirle que sea mi enamorada mientras la escuchamos otra vez. Si puedes me haces ese favor — le dije casi rogando.

Volví me senté y coloque mi asiento en paralelo al de ella esperando por si el muchacho este se apiadaba y ponía de vuelta el vídeo. Y así fue sonó de nuevo. Y en esos cinco minutos le dije lo que sentía, acepto ser mi enamorada, y terminamos abrazados mirando el final del vídeo.Nuestra relación en si no conoció jamás un momento tan sublime como el de aquella noche. No nos fue mal, ni bien.

Pasados los años me acorde de ella y le envié un mensaje que decía: I`m so cold inside. Maybe, Just One More Try.No hubo respuesta.


[One More Try-George Michael]