Tu dulzura y mi diabetes [ 3 ]

Berenice, confirmando todos los vaticinios, regresò, una vez más, a los brazos del idiota de su novio de siempre. Marcos retomó la relación con Andrea, la que entre idas y venidas conseguiría a duras penas avanzar, como era de esperarse, hacia ningun lado. Eso hasta una noche en que harto de la situación él enviaría el siguiente mensaje a su bandeja:


Cuéntaselo a quien quieras (el juego terminó)

Ya sé que no precisas de mi autorización y que con ella, o sin ella, lo harás igual, pero esta vez seré yo quien te diga que no me importa si estas líneas encuentran otro destino que no sean solo tus ojos. Es más, te aliento a que le cuentes a quien quieras la existencia-y contenido- de estas líneas pues aunque no sean, así aparezcas como destinataria, específicamente tuyas, sino solo mías, en alguna parte(o en todas) te involucran y eso, de alguna manera, te faculta a hacerlo.

Muéstralas orgullosa como lo hiciste con otras tantas que tuve a bien escribirte. Hazlo, dale, y si acaso leyéndolo alguna avispada pareciera confundirse puedes decirle que estoy despechado y repleto de amargura a causa de tu constante indiferencia. ¿Viste que bien aprendí de ti?, ja.

Pero, ojo al piojo, no dejes— por ningún motivo— que lean esta parte...

Amorcito, ¿adivina qué?, zafo, me quito, fugo, esto es, procedo, así sin más, a patear cariñosa, pero decididamente, el tablero. Me retiro, así es. Te dejo sola inmersa en tu frenético juego, pero descuida que ya conseguirás (si es que ya no lo conseguiste) a otro que me reemplace y que esperemos no cometa (como yo) el “error” de enamorarse. Eso sí, ojalá hayas entendido que si decides tomar al amor como un juego antes tal vez tendrías que saber que puede resultar extraño, pero cierto, el hecho que en el juego del amor cuando un jugador se retira y ya no quiere jugar el que pierde es el otro, o sea, léase, entiéndase, tú.

Asegurate, pues, que no se den por enterados que a pesar de adorarte tanto resulta que un buen día me quise más a mí y decidí no jugar más ese juego que nunca me planteaste habríamos de jugar. Ese mismo en el que coquetísima llevas de la mano al elegido a caminar “juntos” hacia al mismo sitio al que todos los incautos, incluyéndome obvio, tendrán por destino: la nada.

Reitera, siempre y todas las veces que hagan falta (a quien corresponda y a quien no también), que nunca fui nada, que siempre fui yo—y solo yo— quien estuvo interesado en lo nuestro y que si algo pasó entre nosotros solo se trato de un desliz que a este momento casi ni recuerdas y que, de lo trivial que te resultaba, lo más seguro es que ese olvido (digo, recuerdo) haya ido a parar a la papelera de reciclaje de tu, también reciclado, corazón.

Trata a toda costa que te crean que si antes hablaste tanto de mi, fue solo porque te causaba gracia el contexto en que todo ocurría. Explícales, y que se te vea y escuche creíble por favor, que tu héroe favorito aquel del que te vanagloriabas no era yo, sino uno muy parecido o igualito a mí. Insiste en que conoces a uno que viste como yo, habla como yo, pero que no soy yo.

Procura, además, que no se den cuenta que vivías más pendiente de mi que de ti misma. Que nunca sepan que inmensamente feliz viviste esos pocos minutos en que tu ilusión te dijo que insospechadamente te estabas convirtiendo en eso que nunca fuiste, no eres, ni serás. No les digas nunca, y si, acaso, recordaran algunas de tus caras de felicidad de esos días niégalas rotundamente, que la pasamos de puta madre, que conmigo viviste e hiciste cosas que sabes nunca volverás a hacer, ni a vivir pues toda esa magia fue, es y será irrepetible y lo peor—para tí —es que lo sabes bien .

Por último, he de recomendarte que al ingenuo que te acompaña nunca le digas que mientras él te cuenta otra de sus tonterías tú sigues pensando en el día que, por fin, habrè de llamarte y con qué siguiente detalle me podrías sorprender para retenerme . De ser el caso, miéntele y dile que solo fui un amigo lejano que un día se confundió y por eso lo mejor fue dejarlo atrás. No dudo que te creerá pues otra no le va a quedar. Es en ese sentido que quizàs lo mejor sea que nunca se entere que esa madrugada que bruscamente se despertó, y correctamente alarmado timbró tu número para saber dónde estabas, en ese preciso instante nuestras almas se estaban fundiendo en una sola para siempre.

Avisada quedas mi vida, este juego hoy terminó.

Sinceramente mío

Marcos

PD.-Cuando extrañar se vuelve extraño, algo termina.Todo termina.