Not For You : Part 1


Han pasado los años y sigo fascinado con Pearl Jam. Bueno, al menos, con esa canción, piensa Genaro. Tanto así que piensa que no le importaría que no fueran lo geniales que son, porque bastaría con escucharlos para que, tal como dijo Víctor Jara, la vida por cinco minutos sea eterna. Tan simple y complicado como eso.

Aburridísimos, así fueron mis primeros días en el mundillo universitario. Es más, ni siquiera estaba seguro si acaso haber anclado en el derecho fue la mejor decisión. Pero, porque siempre existe un pero, la presión familiar (por aquello que decían que las letras se contaban entre mis fortalezas), pudo más y, entonces, ahí estaba yo espectando como mis intentos de expresión se entremezclaban con vetustas leyes, simulacros de oradores y malísimos ensayos de políticos estudiantiles. Obviamente, siempre sentado en el último pupitre, miraba al profesor de turno y pensaba si realmente ese dizque excelso podía, en realidad, enseñarme algo que desconociera y que, además, lograra interesarme. Por eso, casi ni los oía y miraba repetidamente el reloj sacando la cuenta de los minutos que restaban para el fin de la tortura, recuerda riéndose solo Genaro.

Ese jueves el martirio acabo temprano y raudamente partió a casa. Acabado de llegar, y cuando se aprestaba a darle el primer zarpazo a la sopita caliente que adoraba tomar solo en invierno, sonó el teléfono. Era su vecino y gran amigo Darío.

— Tienes que venir rápido que tengo a la mujer de tus sueños aquí en mi casa— le dijo impaciente.
— No sé que carajo fumaste pero deja de joder — le replicó Genaro.

— No, no estoy bromeando puedes venir y comprobarlo — respondió enojado Darío.

— No,tengo hambre, sueño y aparte hoy tengo pensado poner miles de veces mi canción preferida ,beber vodka con naranja y fumarme todos los cigarros  que quedan en mi cajetilla—categórico dijo Genaro.

— Bueno, ya te avisé si no vienes te vas a arrepentir el resto de tu vida huevón, adiós — le oyó decir a Darío.

Tras colgar Genaro no hizo otra cosa que pensar que Darío no era de esos que gustaban de alcahueterías baratas y que, si bien, había tenido poca suerte en el amor, eso no lo volvía incapaz de distinguir el buen gusto del mal susto. Entonces, supo que es lo que debía hacer y saliendo recorrió pensativo la cuadra y media que lo separaba de la casa de Darío.

— Sabia que vendrías, pasa que adentro esta la chica que te aseguro es la versión femenina de ti mismo. Ya verás que te va a encantar. Por esto me vas a deber una botella de ese vodka que tanto te gusta – dijo con una sonrisa cómplice Darío.

— ¿Tanto así? ¿De donde salió? —le preguntó sin demasiado entusiasmo Genaro.

— Es amiga de la vecina nueva que no vas a creerlo pero, de pronto, me abordó, conversamos y como no tenían donde tomar su vodka decidí hacerlas pasar y la estamos pasando de puta madre bebiendo rico escuchando la buena música que trajo la arisca muchachita de la que te hablé, así que ya pasa nomás — le respondió ya medio mareado Darío— es linda cojudo— insistió.

— Solo espero que no me hayas sacado de mi casa por las puras— atinó a decir Genaro antes de entrar.

Él, acaba de cruzar la puerta y de inmediato entre caras desconocidas distingue una que, aunque también nueva, era diferente. Ella, echada en el mueble alzando su trago canta "Indifference" de Pearl Jam a viva voz. Él, no lo podía creer; era su canción preferida, la que esperaba oír esa noche. Ella nota su presencia y decide barrerlo con la mirada. Ellos, aunque separados, disfrutan con la misma intensidad la canción.

Es ella no me lo tiene que decir nadie, lo sé, piensa Genaro. Y mientras permanece en silencio piensa que ha soñado toda su vida con una mujer así. Por eso, o debido a eso, se apresura a caminar hacia a ella, cuando de pronto...

Vero, te presento a Genaro pero te aconsejo que de lejitos nomás — irrumpió jocoso Darío

— ¡Cállate idiota! – respondió Genaro entre molesto y nervioso.

Ella, como quien no quería hacerlo, igual le acercó su rosada mejilla, claro está, que sin pronunciar palabra alguna. Él, mientras tímidamente besaba esa “rosadez” pareció perder la cabeza con el exquisito olor de su perfume. Es Issey Miyake... que rico, pensó el.
Ellos, casi ni hablaron a lo sumo se miraron algunas veces. Él, se pasó la noche tratando de ser amable con ella. Ella, solo por joder, rechazó beber del mismo vaso que usaba Genaro. Él, se mostró demasiado interesado en ella. Ella, se mostró abiertamente desinteresada en el.

— Me tengo que ir, gracias por todo — le dijo Vero a Darío

— Ya se van todos— le respondió Darío, mientras recogía los vasos.

Genaro mantiene la calma, toma un último sorbo, respira pensando que le podría decir a Vero antes que se vaya. En eso, en medio de la limpieza, ha llegado Martín- vecino también- quien viendo que la juerga terminaba propone subir todos a su auto para seguirla en algún bar.

— ¿Que tal si antes de eso me dejan en mi casa?—preguntó Vero sin la menor intención de acompañarlos.

Genaro viajaba mudo en el asiento delantero, algo molesto por el desaire que Vero le hizo al no responderle si podía acompañarlos al bar. Acabados de llegar al exclusivo condominio donde residía, Vero se bajó, agradeció el gesto de llevarla a su casa y mientras cerraba la puerta trasera se quedó mirando por milésimas de segundos a Genaro. Luego, se despediría de todos menos de él.

Martín arrancó el auto y partieron a seguirla al mismo bar de siempre.

—¡ No te dije que era linda huevón ! — le dijo Darío— Rica y jodida, si la muy pendeja se la pasó cagandote toda la noche — siguió diciendo Darío .

— Eres tan imbécil que ni cuenta te diste que ya nos hemos enamorado — le replicó algo exaltado Genaro.

Las risas invadieron esa mesa del bar. Todos se burlaron.


Ella, antes de acostarse no pudo explicarse lo desagradable que le había parecido Genaro. Él, se fue temprano del bar. Llegó a casa, se sirvió un trago, le puso play a su canción favorita y sonriendo en silencio brindó por el inicio de casi nada.