Maldita debilidad

Hablábamos de cualquier cosa antes que Genaro me interrumpiera altisonante: “soñé con la maldita”.De pronto su mirada se perdió, hizo una pausa y siguió “carajo, no te das cuenta que hace tiempo que eso no pasaba, dime ¿será que esta a punto de reaparecer para llevarse eso poco que sabe dejo con vida en mí cuando se mando mudar?”, me preguntó con cara de intriga. No me atreví a contestarle y solo amague una tibia sonrisa pensativa.

Enseguida me empecé a preocupar pues era verdad que tenia años de no nombrarla en nuestros clásicos viernes de tertulia. Desde siempre esas noches las pasábamos hablando de música, libros y, como no, de mujeres. El siempre hablaba de las mismas pero hubo un espacio largo de años que se deleitaba masoquistamente recordando a la que el mismo denominaría: la maldita. Bebía recordando amargamente como fue que ella pretextando cualquier tontería se había largado de su vida. 

No me tenia que recordar que cuando eso ocurrió el le acababa de comprar y entregar el anillo mas lindo que encontró en una fina joyería de la ciudad. La odiaba, amaba, olvidaba y recordaba a la misma vez, todo en simultáneo me parece. Es solo en ese contexto que podía entenderse que el se sintiera orgulloso que ella, ya ahora casada y madre de una niña hermosa, acabara de confesarle a una indiscreta amiga que tenían en común que de todos sus amores fue con el con quien mejor la había pasado, que fue el mas cague de risa de todos al que ella creía, al fin y al cabo, había amado de verdad.

—Es que la tienes al frente, la miras y hasta sus mentiras parecen verdades, es así—me dijo jocoso.

Estábamos muy locos y hacíamos huevadas —me decía riéndose con gesto de no entender de que carajo se reía tanto— pero aguanta, no es que haya sido el mas payaso lo que pasa es que ella es mi copia fiel y entonces solo conmigo encuentra vida y, por ende, disfruta y se ríe—siguió afirmando algo que sospecho hasta el mismo esperaba sea cierto.


Lo que es yo, de ella tengo vagos recuerdos, me había tocado verla pocas veces a lo màs, y haciendo un esfuerzo, puedo recordarla muy enamorada de el y siempre-pero siempre- muy acelerada. Confuso logro verla dueña de un rostro hermoso y de un gesto de sentir superioridad frente a todo y todos. Lo que se dice una creída insoportable.Ya de lo que me contaba de su relación podía inferir que lo de ellos fue una rara clase de amor que solo conocía niveles altísimos de alegría o, en su defecto, de inmenso dolor. El mismo lo describía casi como una droga en pleno efecto y tras el mismo, algo que en ambos extremos lograba mantenerlos embelesados el uno del otro. Algo tan intenso como fugaz, tan eterno como endeble, tan trivial como imborrable.



[Fue màs o menos asì vino blanco, noche y viejas canciones]