Vives en mì [Final]


Nuestro amor es tan grande
Y tan grande que nunca termina
Y la vida es tan corta y no basta
Para nuestro idilio.
(Espérame en el cielo-Francisco López Vidal)

—No creo que lo sepas de ahí que te llamo—me dijo desde un número desconocido una voz femenina.

— ¿Quién eres y que es lo que supones desconozco?—cuestione de inmediato.

—Fue un infarto fulminante y gracias a Dios no sufrió nada—dijo esa misma voz que tras cada palabra se oía menos clara y más llorosa.

Me impacienté. Sentí de pronto que no podía hilar palabra alguna. Encerrada quedé entre la desesperanza y un sufrimiento profundo. Sin embargo, no llegué a preguntarle nada, pienso que porque ya sabía a qué, o a quien, se refería. En realidad, nunca me enteraría de quien me llamo esa desgraciada noche. Es más, al día de hoy podría especular y pensar en algunas personas, pero igual no daría con certeza de quien fue la llamada.

Aun así, lo que más recuerdo es que esa misma voz al final, justo antes de colgar, me dijo dos cosas que marcarían mi vida para siempre: una, que tenía que saberlo por la sencilla razón que Él no me quería, sino que me adoraba, y la otra, con la que acabe por desmoronarme y rompí, como ahora mismo en un llanto que no sabía podía salir de mi, dijo: Él hablaba todo el tiempo de ti y creo que se fue al único lugar donde no hubiese querido que lo acompañaras.

Colgué sintiendo que me iba literalmente a la mierda. Camine dos pasos y sintiendo mi propia levedad a duras penas logre apoyarme a la pared. Me deje caer. Juro que no tenía idea de qué hacer. Contuve el aliento tratando de tranquilizarme. Sentí que no albergaba ni media idea y solo lloraba sin cesar. En eso, presa de un ataque de no sé que, sentí que una vez mas lo estaba odiando como nunca porque Él sabía bien que yo no imaginaba mi vida sin Él para vivirla conmigo.

Lo que siguió fue seguir secando lágrimas mientras veía pasar muchas imágenes por mi cabeza. Pensé en el tiempo perdido, en nuestras canciones, libros y todas nuestras demás huevadas. Evoqué con dolor los lugares donde fuimos jodidamente felices.

Fue entonces, que amargamente reconocí las veces que me enfrente a eso que le llaman química, y que hoy pienso que no es otra cosa que la palabra que mejor describe la mágica relación de dos almas gemelas, aquellas en las que mezquinamente opte por despreciarla seguramente por mi vano espíritu de búsqueda constante. Por pensar en que lo mejor siempre estaba por venir.

Mentira. Lo mejor ya se fue, contigo y sin mí.

-2-

Me gustaba cuando eras tú y solamente tú.

Eras tú, cuando no dejabas terminar una canción para cambiarla por otra porque tu irrefrenable ansiedad era así. Eras tú, cuando oías quinientas veces la misma canción que te recordaba algo que te gustaba. Eras tú, cuando decías algo que yo instantes antes, o simultáneamente, estaba pensando. Eras tú, cuando me confesaste que te encantaría tener con tu hermana la linda relación que yo mantengo con la mía. Eras tú, cuando nostálgico me decías que matarías por retroceder en el tiempo y vivir aunque sea solo una vez más uno de los lindos momentos que disfruto tu familia antes de desunirse. Eras tú, cuando decías que eras un fotógrafo amateur pero con constantes fugas de profesional. Eras tú, cuando negabas que escribías cartas con mi nombre que nunca me darías. Eras tú, cuando solo estando muy borracho gustabas de bailar. Eras tú, cuando detestabas hablar con desconocidos o con burros conocidos. Eras tú, cuando decías que solo eras un borracho social pero que sin gente igual estaba todo bien. Eras tú, cuando no me decías que escribías muchísimo sobre nosotros. Eras tú, cuando no te dabas cuenta que yo sin decirte lo había leído todo. Eras tú, cuando adrede te equivocabas al recitarme los hermosos poemas que me escribías y que te sabias de memoria. Eras tú, cuando corregías mis alarmantes faltas ortográficas. Eras tú, cuando viendo que ya no cometía tantas afirmabas orgulloso que algo bueno me estabas dejando. Eras tú, cuando presumido asegurabas que era tuya alguna frase genial que se te ocurría mientras conversábamos. Eras tú, cuando te dejabas engañar creyendo que yo lo dudaba. Eras tú, cuando presumías de cómo escribías. Eras tú, cuando una noche me imprimiste “Hagamos un trato” de Benedetti para que lo lea en el taxi de regreso a casa. Eras tú, cuando me reprendías como a hija mala por mis continuos desatinos. Eras tú, cuando luego de hacerlo decías “Te quiero igual” como reza la canción de tu cantante favorito. Eras tú, cuando afanoso contabas tu historia con ese cantautor. Eras tú, cuando te cambiaba el gesto oyendo una canción de Serrat. Eras tú, cuando contabas las veces que estuviste cerca del matrimonio. Eras tú, cuando denominabas sin pudor “la maldita” a aquella que se que amaste como a ninguna. Eras tú, cuando una noche que parados en el lugar menos adecuado me dijiste que conmigo volvió el amor y que no podías comparar sentimientos como precios de cosas. Eras tú, cuando me dijiste esa misma noche que no hay mejor historia que la que se vive en tiempo presente. Eras tú, cuando en medio de una separación y tras casualmente encontrarme en algún lugar te abalanzaste a besarme y abrazarme con el cariño del amor. Eras tú, cuando me pedías que te cante alguna canción de Silvio Rodríguez. Eras tú, cuando creías que no me daba cuenta que no te gustaba pensar en nuestro futuro. Eras tú, cuando repentinamente una noche me escribiste que siempre habías pensando en una vida juntos. Eras tú, cuando rechazabas que me meta tronchos. Eras tú cuando reconociste que te habías metido miles pero preferías que yo evitara hacerlo. Eras tú, cuando una tarde en la que te acababa de decir que ya no te quería me miraste y dijiste que no importaba porque en ti iba a sobrevivir nuestro amor esperando mi vuelta. Eras tú, cuando sin abrir la ventana prendías un cigarro y cantabas una canción de Pearl Jam que decías que era la mejor de ellos. Eras tú, cuando admitías que había muchas canciones que según tu eran “la mejor” de ellos. Eras tú, cuando tratabas de filmarlo todo. Eras tú, cuando soñabas en filmar un corto sobre algunas de las historias que escribías. Eras tú, cuando me hacías sentir que creías mis mentiras más inverosímiles. Eras tú, cuando me dijiste que en el amor no hay mentira que se pueda ocultar en el rostro. Eras tú, cuando aunque muerto de celos intentabas que no se te note. Eras tú, cuando de buen humor no dejabas de ser tan creativamente gracioso. Eras tú, cuando me contaste lo duro que era para ti que tu mejor amigo no lo haya sido más en parte por culpa tuya. Eras tú, cuando meticuloso elegías lo que te ibas a poner para salir a cualquier lugar. Eras tú, cuando te molestaba que critique determinada prenda que te ponías. Eras tú cuando me anunciaste tu pronto fallecimiento. Eras tú, cuando dijiste que jamás te olvidaría. Eras tú, cuando me miraste con cara de no estar equivocado en que serias eterno para mí.

-3-

Acabada de llegar de tu entierro se que no lo hiciste, no erraste. Aunque por eso otra vez deba de odiarte con la misma locura con la que te sigo amando.