Hear You Me [ Not For You 11 ]


Fue precisamente ese turbador silencio el que me apresuro a pensar que este podría nacer a partir de una, o por todas, las teorías que en pocos segundos siempre se habían creado en mi desvariada mente. La primera en aparecer me decía que tal vez Vero entendía como muy inoportuna mi llamada, como segunda me dije que quizás estaba pensando en quien carajo me creía para que tras algunos años de pronto haya tenido la osadía de aparecer llamando a un numero (el suyo) que para colmo de males ella nunca me había dado, ya la tercera (la que menos me gustaba) me llevo a creer que solo se estaba tomando algunos segundos para pensar como mandarme elegantemente a la misma mierda.

— ¡Asu que sorpresa! —me dijo entre sorprendida y emocionada.
— ¿Estas ocupada? —dije bajito.
— Uhm... la verdad que… algo sí, es que sucede que estoy con mi enamorado—dijo sincera.
— ¡Uy! te dejo entonces, no quiero molestar—dije buscando que le lanzara un salvavidas a mi ansiedad.
—Anda zonzo que chévere que llames si hace mil lunas que no se nada de ti.

Mientras oía sus emocionadas palabras en medio de ellas también se podía sentir lo loco que se había puesto aquel que pensó que era algo más de lo que parecía ser en ese momento. El caso, es que ese individuo(su novio) se había molestado al saber que Vero estaba hablando justamente conmigo, sin contar que además se había zurrado en su presencia y que no contenta con eso, y para mi dicha, pretendía que lo sigamos haciendo sin importarle que su ocasional compañía nos escuchara charlar distendidos.

Es que para pena del susodicho su panorama había cambiado bruscamente y pienso que no podía creer nada de lo que le estaba ocurriendo. Lo real era que impávido estaba viendo como se derrumbaba el castillo de naipes al que, pienso, siempre quiso ver como una fortaleza firme e inexpugnable.

Lo cierto, es que si iluso tras pocas semanas pensó que se había convertido en el súper héroe favorito de Vero en ese instante, y en solo un segundo, pasó de ser Superman a convertirse literalmente en el Hombre Invisible. Y es ahora que imagino la escena, sin demasiada pena es verdad, lo veo renegando ante el hecho que contra todos sus pronósticos en esos minutos tuvo que sentir como una inmensa letra L (de loser) se posaba para siempre en su frente.

[Es que en ese momento no me lo dijo, y no lo pregunte tampoco, pero ya en nuestro encuentro me comento que aquel nuevo "enamoradillo" esa noche se termino marchando no sin antes descargar toda su despechada furia con la puerta del departamento.]

Pasados unos pocos minutos ya no se oiría más que nuestras voces embarradas en nostalgia.

— ¿Que paso esa noche en Miraflores? —preguntó a boca de jarro.
— Estaba seguro que preguntarías eso y es que predecible sigues siendo, eso sí.
— Es que pensé que por ahí andabas algo molesto conmigo, ¿es así?
— No, nada que ver. Solo que tras muchos años cuando te vi pude notar que lo cierto era que jamás te habías ido, fue rarísimo y entonces sentí…. no sé cómo llamarlo miedo, indefensión, me vi alarmantemente expuesto y ya no ante el fantasma de ti, sino ante ti que era, obviamente, mucho peor. Y fue entonces que como para dejarte en claro que seguía siendo el mismo de siempre, aquel que huía cuando las cosas apretaban, súper cabro me fui y dos veces… no sabes la vergüenza que me doy.

Tras esos minutos de tensión, y de aclaraciones tardías, conversamos muchísimo por casi tres eternas y felices horas. Comenzamos contándonos que había sido de nuestras vidas, luego rajamos un poco de nuestros amigos en común hasta que de improviso se le ocurrió subirle el volumen a una canción que me dijo por esos días le taladraba la cabeza: Hear You Me de Jimmy Eat World.

En eso se quedo callada, como pensando algo, para acto seguido pedirme que la esperara un momento ya que tenia algo por hacer. Pasaron unos largos minutos hasta que tras estos llegaría lo lindo de la conversación. Sorprendido quede al oírla leyéndome un poema que insistía que le recordaba el estilo que tenían las cartas que solía escribirle y entregarle puntualmente las noches de todos los viernes que pasaron mientras fuimos dos en uno solo.

— Te cuento que cuando llegue a el pensé que si tú lo leías de hecho te encantaría.

Y no se equivocaba pues hacia ya algún tiempo que lo había leído y es verdad que me gustaba muchísimo. Es más, se contaba entre mis preferidos. Sintonía que le llaman, conexión que le dicen.

Seguimos charlando.

— Otra cosa monga ¿te dije que estoy viviendo solo en un depa de la Molina?
— ¿Solo? No te creo si eres engreidisimo.
— Ven y lo compruebas, ¿Te animas?
— Ja, el viejo truco de retarme.

Lo más probable era que ya sabíamos que igual iba a ocurrir nuestro encuentro y entonces no tardamos mucho tiempo en fijar día, la hora y el lugar donde nos encontraríamos para luego enrumbar a mi departamento. Estábamos muy emocionados tanto que toda la semana anterior la pasamos planeando que podríamos hacer aparte de lo de siempre y digo “lo de siempre” porque en ese momento lo pensé así aun cuando no dejaba de parecerme extraño ese pensar.

Entendí, entonces, que algunas veces el tiempo es solo eso que pasa mientras llega el siguiente episodio de una historia inconclusa, así sea este el final.

— Nos veremos un viernes debería aprovechar esa coincidencia y escribirle algo que pueda leer cuando llegada de verme empiece a digerir el buen, o mal, sabor del reencuentro conmigo—me dije casi convencido.

Mientras le daba vueltas a la idea pensé que si bien ya no estaba enamorado igual lo podría hacer como un lindo de detalle de despedida. O quizás no.