Dalma (3) Tal vez

 Su noche transcurría distendida hablando con él hasta cuando, al ver la hora, se dio cuenta lo retrasada que andaba. Colgaron. Entonces reparó en el poco tiempo que le restaba para acicalarse y elegir la ropa que iba a lucir esa noche.  Sin embargo, esto no la inmutó y siguió firme frente a su laptop. Sonaba una canción de Drexler cuando se le ocurrió abrir ese enlace que llevaba algunos días sin revisar. De pronto, tras la primera lectura del texto de portada, decidió apagar el equipo de sonido para así concentrarse y entender aquello que, de inmediato, logró acaparar toda su atención. En eso sintió como su mirada pareció perderse en ningún lugar mientras vanamente intentaba descifrar lo enrevesadas que se mostraban esas letras a sus ojos. “Qué carajo es esto”, pensó. Faltaban apenas pocos minutos para la salida con su novio.

Después de haberlo leído por tercera vez seguía pensando que no lograba interpretar el espíritu de esas líneas. No obstante, si le quedaba claro que lo que llegaba a confundirla era que todas, y cada una, de las aristas de lo leído parecían indicarle que era de ella de quien se hablaba en esas líneas. Ahora bien, le resultaba muy extraño que apenas minutos antes, cuando habían estado hablando, él no le haya dicho nada de la existencia del texto.        
   
Como era de esperarse, durante toda esa noche se quedaría pensando en lo que había leído y no logrado entender del todo.

Una hora después.

 Lo oía, sin escucharlo, cuando lo interrumpió para decirle que podía pedir lo que quisiera pues confiaba en su buen gusto.  

—Está muy lindo este bar, pienso que ha sido muy  buena la recomendación de mi jefe—le dijo su novio mientras empezaba a percibir, y a odiar, esos molestosos, y estruendosos, silencios que,  pensaba, estaban devastando su esperada salida por el Día de San Valentín.

Nada estaba funcionando hasta que ella, intentando frenar la andanada de preguntas que acechaban su cabeza, optó por partir con destino al baño. Estando dentro pensó en todo lo incómoda que conseguía ponerla el hecho de no poder explicarse que era lo que sentía: si solo una incipiente molestia o si se trataba de la presencia de esas inoportunas interrogantes que aparecían al no saber el origen y destino de aquello que horas antes tuvo la desgracia de leer.

Pensó llamarlo para extirparse las dudas de una buena vez. Estaba decidida a hacerlo cuando recordó que antes de despedirse (apenas unas horas antes) él se encargó de contarle que saldría con una chica con la que esperaba pasarla genial.

— Que raro es ese cojudo—pensó mientras mirándose al espejo renovaba el sencillo maquillaje que a duras penas pudo esparcir en su rostro antes de salir de su casa.

Volvió a la mesa para empezar a llevar a cabo el plan trazado: ser feliz con quien no tenía que valerse de nada, ni de nadie, para hacerle saber “cara a cara” lo mucho que la amaba. Para eso se obligó a no pensar en eso que la tenía relativamente extraviada. Fue como si hubiera logrado dividir su mente en dos entes independientes y distintos, uno que la mostraba todo lo cariñosa, emocionada y alegre de vivir lo que estaba viviendo, y otro, al que prefirió, por esa hora al menos, mantener oculto debajo de la alfombra de sus sentimientos, que sabía aun la mantenía inquieta y distraída.  

En ese momento arribó el mozo provisto de una bandeja repleta de todo lo que ella adoraba: alitas picantes (su piqueo favorito), una botella de vodka, jugo de naranja y mucho hielo. Sin contar que el cierre genial del detalle fue un generoso trozo (y en forma de corazón) de torta de chocolate en donde se podía leer: “te amo”.

“Qué lindo que haya planeado todo esto para mí”, pensó. Entonces se acercó y lo besó tiernamente.    

–Casi siempre estamos en medio de mucha gente, por eso es que quise destinar esta noche solo para nosotros. Estas hermosa– le dijo, con la voz a punto de quebrársele, su novio.  
       
Al escuchar eso, ella se paró y rodeando la mesa se acercó a abrazarlo fuertemente, como si lo amara en realidad. Luego de eso sacó de su bolso su cámara de fotos para registrar  la mesa llena y, cómo no, también sus caras felices.

Tras acabar de comer hablaron de películas, de sus carreras y de sus amigos en común. Todo en términos muy amplios, generales. Ella, mientras lo escuchaba, lo miraba fijamente y se reafirmó en todo lo guapo y atractivo que siempre le habían dicho sus amigas era su novio. En ese instante procuró no prestarle atención a eso que también pensaba, o sea, que era demasiado insípido, neutro, despojado de matices y que las cosas con él eran siempre más de lo mismo. Intentó creerse eso que ya no podía negarse, o sea, que ya estaba un poco aburrida de tener al lado a alguien que no le inspirara ni media pizca de admiración y que en nada lograba sorprenderla.

Lo cierto, era que la escena la tenía ahí cual barquito de papel naufragando en el Océano de su confusión.  

Subiendo raudamente la escalera que conducía a su cuarto no sintió ni el más mínimo atisbo de arrepentimiento de haber fingido un repentino malestar para conseguir que la regresara de vuelta a su hogar. Sin mediar pausa se ubicó frente a su laptop dispuesta a internarse nuevamente en el texto. 
              
Enseguida puso su disco y canción preferida de Drexler. Lo amaba y la amaba. Después ansiosa abrió el enlace y mayúscula fue su sorpresa al encontrarse con que seis minutos atrás le habían agregado una nueva parte al relato.

Tres de la mañana. Tomamos una botella de vino, conversamos poco y me aburrí mucho. Llegué y estoy escuchando a Drexler para sentirme cerca a ti y alejarme de mí. Hoy me ha dado vueltas una palabra  y siento que "tal vez" con ella podría decirte algunas cosas. Tal vez.  

 [Tal vez]

Tal vez me extrañe extrañarte 
(¿que ella me ame importa?)
Tal vez  piensas en mí
(¿que él te ame lo cambia todo? )
Tal vez huimos de nosotros
 (y ellos apenas nuestro refugio)
Tal vez tengan razón en amarnos
(¿y si no?)
Tal vez fuimos solo una pausa
(¿acaso nuestro mejor segundo?)
Tal vez seas siempre mi mejor indicio  
(te lo dice tu peor certeza, cree)
Tal vez deje de escribirte  
 (no leas, esfumas la magia).
 Tal vez estés oyendo nuestras canciones
(que suena hoy, ¿Drexler?)
Tal vez  elijamos desinstalarnos.
(igual no hay nada de nosotros en nosotros)
Tal vez sangremos un poco
(en el dolor acompañados estaremos, pero solos)
Tal vez no suene el teléfono
(si no suena el teléfono, seré yo)
Tal vez la palabra sea: distancia
(¿acaso no éramos equidistantes a nosotros mismos?)
Tal vez esté mintiéndote
(hasta en esto último lo estoy haciendo)
 Tal vez no me creas nada
(haces bien)
Tal vez tropecemos otra vez
(¿un café?)
 Tal vez saberlo no nos hace daño
(¿Síndrome de Estocolmo?)
 Tal vez no existe nada
(tal vez, tal vez)
 Tal vez esté errado
(y solo fue un pedazo incompleto de vida)
 Tal vez sea lo incompleto más completo
( dale, levanta tu dedo y aclara que fue solo una vez)   
 Tal vez, si, fue solo una.
( pero tal vez una vez,  fue mejor que ninguna)