Tu dulzura y mi diabetes [ 2 ]

Bere, que así le decían todos, harta de la situación que vivía, le había puesto fin—una vez más— a la relación con el impresentable de su novio de siempre. Días después no se le ocurriría mejor idea que buscar por todos lados a Marcos, seguramente en el intento de sentirse menos sola y, tal vez, también abrigada por su amor. O, al menos, eso es lo que quería creerse que buscaba en él.

Ahora bien, si algo a Bere le quedaba claro sobre Marcos era que era algo así como su “plan B” favorito, el incondicional, aquel que jamás ella pensaría que osaría fallarle en algún sentido. Pero, por otro lado, también sabia que los hechos ocurridos dentro de esa relación le decían que lo que se dice solo “amiguitos” no eran, eso ni hablar. Es ahí que entendería que la historia con él la podría resumir en el afanoso intento de ambos —cada vez que la vida se encargaba de volverlos a cruzar— por dar el siguiente paso y convertirse en una pareja normal a la espera que no aparezcan los mismos fantasmas del pasado que siempre terminaban alejándolos.

Esa tarde Bere sentada sola en la mesa de un café próximo a su trabajo trataba de ubicar, sin mayor suerte, a Marcos. En eso, recordó cuando él la citó a escondidas y le dijo sin tapujos que la quería y que no había vuelto a querer a nadie así como a ella. También vinieron a su mente las veces que marcaba el numero de Marcos sin motivo alguno para luego decirle cualquier estupidez que consiguiera esconder su verdadera intención de solo oírle la voz.
Entonces, tras no conseguir dar con él por teléfono, es que decidiría abrir la lap top y enviarle un correo donde escribiría:

..Nunca estas cuando te necesito y cuando por fin estas ya no te necesito, jaja, mentira monse necesito hablarte…llámame.

Ese día Marcos había llegado cansado al trabajo— y eso se dejaba ver en las ojeras que lucían más notorias que nunca— y sin muchas ganas de departir con alguien. Y es que la noche anterior, una vez mas, había estado hasta muy tarde tratando de urdir un buen plan para desligarse de Andrea eso sí sin dejar muy golpeado al corazón o en su defecto, y a lo sumo, que quede moreteado nomás. Esa noche, sin embargo, también la había pasado escuchando las canciones preferidas de ambos llegando al final a la seguridad, otra vez también, que cualquier intento de huir de ese amor iba a resultar infructuoso. Que cagada estoy más cerca de decirle “te amo” que “lárgate carajo”—concluyo reflexivo.

Llego, se sentó prendió la computadora, bebió un poco de agua mineral y puso una canción: Your Love de The Outfield. En eso, recordaría que semanas atrás Andrea le había contado, mientras la oían, que le encantaba esa canción pero no sabía cómo se llamaba, ni menos quien la cantaba. De ahí que empezar el día, con una linda canción y el recuerdo de ella terminaban dejando aquel dulce sabor ideal para el inicio de sus labores diarias.

Tras eso, abrió su bandeja y leyó clarito: ¿Donde estas?, De: Berenice Cantuarias, etc. Asustado, con el mouse entre la mano, cerro la bandeja y pensó que esta vez no dejaría que ocurra lo mismo, que esta vez ni cagando cedería a los caprichos de Bere. Ahora si que te vas a la misma mierda cojuda, te juro que esta vez no te contesto—pensó iluso. Pero no, inevitablemente abrió el correo, lo respondió tres veces, y esa misma noche ella aparecería parada en la puerta de su casa.

Esa noche él se preocuparía de llegar temprano a casa además de llevar al empleado de casa de su padre para que mágicamente limpiara— en a lo sumo una hora— todo el departamento y así este luzca ordenado y con olor a limpio a la espera de la llegada de Bere. Antes, en medio de su hora de almuerzo, ya había comprado todo lo que sabía ella adoraba: una botella de Tanqueray, cigarros Marlboro y tres litros de jugo natural de naranja. No se lo había preguntado pero sospechaba que, al menos esa noche, ella se quedaría a dormir y, entonces, puso dos toallas en el baño y regreso a su lugar los que fueron antes su cepillo de dientes y sandalias.

9:00 P.M
Marcos tenía 8 minutos escondido tras la cortina mirando hacia la calle esperando ver llegar el auto que otras tantas veces había ocupado el estacionamiento que le correspondía en el edificio que habitaba. En eso, cuando acababa de encontrar el disco preferido de Bere, vio como se iluminaba su celular y pensó: "puta madre y si es Andrea que carajo le digo".

Berenice ingreso rápidamente en su auto, que justamente para eso es que antes había enviado el escueto mensaje que decía “abre monse, lleguè”, y subió corriendo hasta el departamento 401 pensando en que le podría deparar la noche. Marcos no abrió hasta que ella tocó fuertemente, y sin pausa, el timbre. Entonces, se paro, dejo que siga alto el volumen del equipo (donde sonaba el disco que adoraba Berenice: Urban Hymns de The Verve), abrió bruscamente la puerta, y de inmediato se dio vuelta para volver a sentarse. Ella, entro lentamente y mirando a todos lados, notando lo poco que habían cambiado las cosas desde aquella noche cuando decidió mandar todo a la mierda y largarse con el mismo de siempre.

— ¿Estás molesto?—dijo sintiéndose dominadora de la situación.
— Qué carajo importa si estoy molesto, feliz, triste, enojado—respondió algo alterado Marcos.
— Tal vez no fue una buena idea que venga—dijo buscando que él le dijera lo feliz que estaba de verla.
— Siéntate zonza que sabes bien que yo siempre, aun a pesar de ti, te voy a querer—dijo sonriendo y abrazándola muy fuerte.

Una lagrima asomó mientras la abrazaba y le decía al oído lo mucho que la había extrañado. Hablaron y bebieron hasta que ella lo interrumpiría preguntándole si podía quedarse un tiempo viviendo con él. Le dijo que necesitaba tenerlo cerca en los momentos difíciles que estaba atravesando por esos días. Él sin dudarlo—aunque pensando lo egoísta que seguía siendo—le dijo que sí, que podía quedarse el tiempo que ella estimara conveniente que se sienta, como siempre, como en su casa.

La noche continuaría mientras seguirían poniéndose mutuamente al día sobre los hechos acaecidos en sus vidas durante el tiempo que no estuvieron en contacto. En minutos todo cambiaria cuando llegaron al espinoso tema del amor. Es ahí que ambos evitaron contarse toda la verdad. Los dos adredemente se guardaron algo por si todo no resultara como pensaban. Ella no dijo que pensaba que, al fin y al cabo, algún día terminaría regresando a los brazos de su ex novio. Él no dijo que estaba perdidamente — y literalmente— enamorado de otra y que hasta cuando le acababa de decir que la había extrañado seguía pensando en ese amor que tenia clavado en la mente: Andrea.

Ya casi al final de la velada, y ante la insistencia de Bere en saber algo mas de sus amoríos, él le confesaría: Conténtate con saber que hoy estas tu aquí y ese, entérate, fue siempre mi sueño así que preocúpate en no cagarla nomás por favor. Seguidamente le besaría tiernamente la frente y partió rumbo a la habitación. Ella entro al baño y tambaleándose y chocando con la pared y la puerta finalmente logro ponerse eso especial que había traído para él.