Tres días en la vida


Día 24

Insólito. Eso fue lo que pensé, la verdad. Es decir, al que menos lo merecía le trajo un regalo. Y, para colmo de males, luego me enteraría que se tomó varios días escogiendo un presente para mí. Con el que, cierto es, me sorprendería muchísimo. Más aun si, como ella sabía, mi cumpleaños ya había pasado hace mucho tiempo. Largos meses atrás, incluso.

—Que inmerecido es esto—en un arranque de sinceridad se me ocurrió pensar.

Lo real es que en ese instante reparé en que, tal vez, la que menos pedía terminaba siendo la que más ofrecía. Al menos, a esa reflexión pude arribar tras ver el lindo detalle que, tan dadivosa ella, tuvo para entregarme.

Todo sucedió muy rápido y fue, justamente, antes de irse de mi departamento que me lo obsequiaría, para acto seguido marcharse sin mediar palabra final.

Cuando cerré la puerta, viendo lo lindo del presente, me quedé pensando en dos cosas: la primera, que muero por los detalles inesperados; un poco por engreído y otro poco por sensible. Pasa que me sigo derritiendo ante esos gestos inesperados. Reflexioné, entonces, que siempre fui así y en lo poco que me interesaba ser distinto. La segunda: pensé que no la quería(al menos no como se quiere a un amor) y eso ella, pensaba, lo sabía bien. Ahí es que llegué a la conclusión que por eso, o debido a eso, es que tenía un valor especial su hermoso desprendimiento.

Recordé, además, que no se trataba de la primera vez que me engreía con cosas que ella sabía bien yo amaba—en esas otras ocasiones me regaló cosas de mi(o de nuestra) banda favorita—aunque es verdad también que yo no me acordaba de ella con ninguna canción de ellos.

—Que jodidamente mal esta todo— acabé por pensar.

Sin embargo, según me dijo, a ella sí varias canciones de ese disco le traían recuerdos conmigo. No obstante, ella solía decirme que, de alguna forma, mi manera de ser (y, acaso, mis circunstancias) le habían cambiado, aseguraba que para bien, la vida. Agregaría ella, también, que después de conocerme sintió ser otra. Inentendible, pero cierto. Igual todo quizás sea como leí no se donde:" El corazón entiende razones que la razón no entiende"

—Bueno, algo es algo —me dije—igual es muy extraño todo—seguí pensando.

Día 25

Salimos como antes, pero no a donde antes. Lo explico, cuando hablo de antes me refiero a muchos años atrás cuando íbamos a reuniones de melómanos a quienes hasta al momento de llegar casi siempre desconocíamos.

Lo que nos resultaba absolutamente trivial. Total,  si el lugar y mucho menos la gente nos importaban poco o nada. Lo que sí, es que siempre hacíamos lo mismo: bebíamos algo, conversábamos mucho de música y nos negábamos de distinta forma, ahora lo sé, eso que dentro suyo no se permitió jamás descartar del todo.

Esa noche, pensaba eso al menos, sacamos a pasear distintos sentimientos, el mío y el suyo, a un lugar distinto. Por eso quizás fue que insistió entusiastamente en ir a un lugar diferente. Entonces fue que arribamos a un sitio en el que no había música, al menos no en el volumen de siempre, ahí lo raro. En suma,  todo conspiraba para hallarme incomodo conmigo mismo.

Es que era mi amiga y eso lo tenía claro. Y nada más que eso. A pesar, que a ella esa noche le haya dado por pensar que éramos eso que jamás fuimos.

Al fin de cuentas, creo que hasta ahora ella ve en mí a una persona más o menos interesante y solo eso. Aunque ahora, a lo mejor tras leer esto, elija virar el timón del barco. Igual, en ese caso le diría, que igual sigo creyendo que fue una linda travesía. Solo que con distinto puerto de llegada.

De todos modos, ella sabe que en todo puedo aflojar menos en que siga que pensando que es espléndida y que merece que se escriba en su vida una linda historia, pero una de verdad. Aquella en la que, obviamente, no aparezca, ni por asomo, mi estela como protagonista de nada. Bien le haría abrir los ojos. Es la verdad.

Por otra parte, decir que hay mejores causas por las que luchar que la mía, sería simplemente serle fiel a la realidad. O, al menos, quiero creer que es así.

Igual, prometo contar lo ocurrido el día veintiséis que tuvo tanto de explosivo como de delicioso.