Palabras más, palabras menos


Lo siguiente es un sucinto extracto de las tres sesiones de las preguntas que me hicieron dos estudiantes de Periodismo. Quedo, como les dije, muy agradecido. 

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¿Cuando fue que descubriste que escribir era lo que más disfrutabas hacer?

Esa pregunta inevitablemente me transporta a algunos pasajes de mi vida. Pero, es probable que si tuviese que individualizar un momento este es seguro que se dio como a mis dieciséis años. Recordándolo me veo durante los primeros años de los noventas no desperdiciando momento alguno para leer todo lo que cayera en mis manos. A veces literalmente lo que sea. Lo cierto, es que empezaba algún libro y si hasta la cuarta hoja no me lograba atrapar lo cerraba y no lo abría nunca más. Afanoso me notaba buscando lindos poemas—casi siempre de amor—que esperaba me inspiraran a no decaer en mi intento-sueño de escribir algo más que solo románticas cartas a mis ocasionales parejas de esos tiempos. Esos diría que fueron los momentos en los que descubrí que escribir era algo que nunca iba a dejar de hacer, entre otras cosas porque era el único lugar donde me podía encontrar con mi esencia, con mis demonios, conmigo.

¿Lo primero que leíste que fue?

Eso primero debió ser algún libro de la biblioteca de mi casa. Y, dicho sea de paso, no tengo dudas que hurgar entre los libros de mi madre fue sumamente enriquecedor. No obstante, creo que cuando pude elegir es cuando en realidad se origina lo que luego comprobaría se trataba de mi mayor y verdadera vocación: la escritura. En términos generales pienso que todo reposa en la lectura o para ser específico en mi eterno idilio con la pluma de algunos escritores y poetas. De ese tiempo, recuerdo que me gustaba como en la narrativa o poesía de mis autores preferidos lograban confluir armoniosamente: elegancia, a veces cierta acidez, ternura y esa necesaria dosis de una visión distinta del hecho de vivir. El caso, era que literalmente me derretía notando como en esas obras aparecían esos deliciosos lugares comunes que existían entre esas historias y las mías.

¿Por qué y para que escribes?

Escribo por muchas cosas, pero si me apuras diría que lo hago básicamente para sustraerme del mundo y un poco vivir en mis historias, en esos mundos en donde casi siempre luzco más feliz de lo que normalmente puedo llegar a ser. Escribo por sentir el placer que te da el placer de hacer lo que amas. Escribo para, por fin, leer lo que siempre quise leer de otros. Escribo, además, para incorporar a la gente que quiero a historias que seguramente lograran lo que yo no: la eternidad.

¿Para quién escribes?

Escribo esencialmente para mí, pero, claro está, que también para las personas que amo. Me gusta pensar que en mis historias me encuentro con ellas y viceversa. Pero, claro, hay un lector que termina siendo el verdadero destino final de todo y por el que siempre he tratado de despersonalizar lo que escribo. A esto responde el hecho que viva en el eterno intento que quien me lea se identifique con el texto y que la lectura le resulte un momento tan placentero como lo fue para mí escribirlo. Es en ese sentido que no todo lo que escribo, aun pareciéndolo, sea mi vida misma. Digamos que a mi parecer no alcanzaría ninguna realidad (incluida la mía) para cerrar una linda historia. Tiendo a pensar que la linda melodía que por sí misma trae una historia vivida puede llegar a ser hermoseada con algunos agregados atinados de ficción y no por esto restarle calidad, sino todo lo contrario.

¿Aun hoy escribir sigue siendo una afición?

Me complica la pregunta y es que aunque ahora le dedique más tiempo, no sabría cómo responderte. Es que pienso que cuando inicie mi bitácora virtual si lo era y ahora ya no sé si sea solo eso. Sin embargo, si por afición se entiende que es lo que más disfruto hacer pero que no he publicado nada más trascendente que cuentos o entradas de un blog pues sí, es mi afición. Ahora bien, publicar de manera formal no ha sido algo a lo que he estado, ni estoy, lejano. Confió, sin embargo, en que escribir con dedicación y entrega tal vez me acerque un poco más a eso que no siendo el fin supremo de mi escribir es algo que no puedo negar que sería un gran siguiente paso.

¿Cómo nace la idea del blog?

Eso, te cuento, es algo que siempre quise responder. El blog nace de un momento de aguas quietas y no fue idea mía, sino de una mujer a la quiero (en absoluto tiempo presente) muchísimo. Ella siempre me solía repetir que debía compartir lo que escribía y exponerlo a otro juicio que no fuese solo el mío. Finalmente paso que me gustó la idea y siendo un total neófito en lo que era un blog fue que me embarque en esta travesía que ya lleva casi cinco años.

¿Por qué el nombre del blog?

Otra buena pregunta. El nombre nace como una especie de contraste entre mi personalidad y lo poco que sabía del mundo virtual. Y me explico: dentro de mí, como en todos quienes creemos que escribimos bien, habita un ególatra escondido sin ninguna vergüenza de serlo, pero también estaba el hecho concreto que desconocía el lenguaje virtual o si acaso iba a importarle a alguien lo que tenía para escribir. Por eso, el nombre (silbando bajito) reflejaba certeramente ese real desbalance.

Sigamos con el blog…Hay poca poesía pero nítidamente se destacan algunos poemas ¿Algo que decir sobre ellos?

A ver, pienso que arrogarse la calidad de poeta debe ser un duro peso para llevar encima. Con eso te quiero decir lo lejos que estoy de considerarme como tal. Lo que hago es solo escribir y para que se note que no lo considero poesía es que me alejo de cualquier estructura o métrica propias de la poesía. Escribo cosas que parecen, sin serlo en realidad, poemas y cuyo único fin es perpetuar un momento, una persona o un sentimiento. Es pienso, al fin y al cabo, un silencioso o estruendoso, según como se vea, homenaje. Por ejemplo, el texto de 15 de Noviembre lo escribí completamente sumido en un dolor que pensaba nunca iba a pasar. Es más, hasta el día de hoy lo entiendo como un grito de esperanza ante una ruptura que pretendía deje de ser tal. Pero, también, como unas líneas que destilan amor por donde se les lea, ahí su valor.

¿Algo que decir de los otros poemas que escribiste?

Tampoco es que sean muchos esos a los que un generoso favor les haces denominándolos así. Y es que si algo debería de decir sobre esos textos esto sería que siempre me emociona leerlos y esto porque me recuerdan las pocas veces que fui menos egoísta y busque la felicidad de otro ser distinto a mí.

Ocupándonos ahora de tus cuentos ¿Existen los personajes de tus textos o es solo mi impresión?

No andas alejada del todo de la realidad. Ocurre que en los cuentos del blog me he tomado la licencia de escribir de forma más personal y por esto es que en su mayoría los personajes existen más allá del texto y muchas personas se han reconocido en ellos. Ya los cuentos para concursos o los que deposite en otros blogs se tratan de historias no necesariamente mías pero que, ojo, esperaba, o espero, vivir algún día. En ese caso los personajes solo tenían vida desde la escritura aunque siempre fue inevitable tomar características de personas que conozco en la creación de dichos perfiles.

Cambiemos de tema, o virémoslo un poco al menos, se dice que el amor hacia una mujer aparece siempre como una fuente inagotable de inspiración ¿Es así?

En efecto que lo es, pero ya el amor de por si moviliza muchas emociones y es sabido que ha inspirado muchísimas joyas del arte en general. Sin embargo, pienso que hay otras cosas de las que escribir con la misma pasión y entrega. Pero, de acuerdo, el amor hacia una mujer plasmado en líneas, o en cualquier manifestación de arte, se verá y se sentirá siempre más lindo. Es que creo que a todos nos gusta una linda canción, un buen poema o una linda carta de amor.

A eso me refiero cuando te preguntare ¿Parece o casi siempre es una mujer la protagonista en tus cuentos?

Hay mucho de lo que viví en casi todos los cuentos que escribí, eso es innegable. Siempre he vivido escribiendo y cuando estaba enamorado en los textos se notaba que lo estaba. Sin embargo, hay algo que lo he repetido siempre y que pareciendo ingrato lo real es que verdad sigue siendo: Hay historias de amor que las viví intensamente solo para luego escribirlas. Por ejemplo, en alguna ocasión me cruce con una mujer que al poco tiempo de conocernos sentí que me inspiraba una clase de amor muy distinto a lo normal. Eso, debo confesar, me sedujo sobremanera. Es más, ese trance lo viví a la par que lo escribía en el blog y esto a pesar que sabía que ella, sin decírmelo, lo leía todo. En esos tiempos sentía la intriga de saber si nos amábamos o nos odiábamos tanto como parecía, o como no parecía. O sea, cuando descubrí que estaba profundamente enamorado ya no pude dejar de escribir sobre nosotros. Ella leía cosas que le gustaban, otras que no tanto pero nunca pudo preguntar: ¿Esa soy yo? Pero me gusta pensar que siempre supo que era ella hasta cuando no se trataba de ella.

¿Al escribir llega a haber un momento en que duele hacerlo?

Esencialmente hacer lo que te gusta debe, o debería, darte placer. Ahora bien, pienso que del proceso de escribir sobre algo que te produjo cierto dolor puede resultar también un momento, o un texto, que en ese devenir se transforme en una situación placentera.

Otro tema, ¿Cómo explicarías ese espacio de tiempo en que no fue muy prolífica tu escritura?

Es cierto que hubo muchos vacios en el proceso del desarrollo de mi escritura. En muchas ocasiones le perdí el interés a escribir sin que eso dejara de extrañarme pues es lo que más había disfrutado hacer durante toda mi vida. Ahora mismo viajo hacia atrás y recuerdo que en algún momento me notaba estacionado en un hecho acaecido tiempo atrás en mi vida. Notaba que me estaba consumiendo y alejando de todo, incluso de escribir. Y ahora que lo pienso durante esa etapa no es que me recuerde melancólico o triste, sino constantemente e invariablemente pensativo. Ya luego al escribir sobre eso sentí que eso agrio mutó a un dulzor que fue una experiencia tan reconfortante como aleccionadora.

Pero, entonces, ¿Por qué es que dejaste de escribir?

Analizándolo pienso que tuvo que ver conmigo y con nada más. Fue más el hecho de saber que seguía escribiendo partes que todavía pertenecían a una siempre inquietante nada. Aun así, entiendo que hay momentos, y digo momentos queriendo decir contextos, en los que siendo uno menos fecundo igual ve aparecer todavía a la inspiración. Ya otra cosa es que ya no se muestre como algo constante, sino algo menos generosa. Pienso que hay días en que ya te visita apenas como una luz instantánea y tal vez solo para que te quede claro que escritor naciste y escritor morirás sin importarle que muchos días te levantes sin más ganas de seguir siéndolo. Confieso que de alguna manera no es tan placentero vivir todo el tiempo generándote historias en la cabeza y ver como forzosamente estas se terminan relacionando con tu entorno directo o hasta indirecto. Entonces para no atragantarte con ellas las tienes que escribir y listo.

¿Qué tanto tendrían que ver los contextos a los que te refieres en tu escritura y en todo caso si alguna injerencia les asignaras esta sería positiva o negativa?

Ni una, ni otra. Sucede, que entiendo como contexto a una circunstancia determinada por la que atraviesas y nada más que eso. No sé si con lo que dije antes tácitamente haya dejado entrever que me refería puntualmente a una pena o a algún estado parecido a la desolación. En la escritura, pienso, no necesariamente se puede aplicar eso de: “Lo que no suma, resta” Mas si me ha ocurrido que aquello que me restaba alegrías terminaba por ubicarme frente al teclado y aunque esto, cierto es, que pasaba por una necesidad interna, es verdad también que confluía con el irrefrenable deseo que tenía de extraerle a esa pena su lado hermoso y lograr traducir eso mismo en letras. Y, entonces, si terminaba sumando lo que aparentemente no lo hacía. Abonando en eso bastaría un ejemplo para explicar lo que quiero decir: Recuerdo que hace un par de años un escritor amigo me decía que estando a un mes que naciera su primer hijo no quería escribir nada a pesar que le rondaban muchas ideas. Emocionado me conto que estaba a placer estacionado a puertas del mejor momento que iba a vivir y se notaba aislado hasta de sí mismo.

¿Hay algún hábito o método al momento de escribir?

Si existe no lo conozco y mejor así, la verdad. Casi siempre pasa que se me ocurre una idea y hago lo posible por dejar un registro en donde sea de la misma, pero ya desarrollarla en el mismo instante es otro tema y es verdad que eso poco lo he intentado. Tampoco me he obligado a escribir porque luego ocurre que abres muchas páginas en blanco y las cierras igual de vacías. Ahí es donde te cuestionas si acaso andas transitando el camino correcto. Luego, volteas, ves la puerta siempre entreabierta y piensas en no hacerlo más. Pero pasa que siempre, más temprano que tarde, acabas por volver a vivir y tal vez también un poco morir desde tus líneas.

¿Qué es lo que te hace feliz de seguir escribiendo?

En tiempos como estos en los que el ángel del talento le sigue siendo esquivo a tantos que creen tenerlo. Ahora que parece que la inspiración se niega a visitar muy seguido a los que si lo tienen. Hoy me siento feliz de seguir inconforme con los pocos matices que me ofrece la realidad porque me obliga a crear mundos distintos, imperfectos y que muchas veces, según me quiero creer, tienden a rozar lo sublime.