Carta abierta a un amor cerrado.


Y he tenido de esos sueños. Tú volvías y ya dejaba de escribir de ti, sin ti.   

Es de mañana y te estoy viendo caminar hacia mí. No me lo tienes que decir, te noto muy clara. Te veo convencida e intuyo que sigues creyendo que lo nuestro es una especie de Lego muy jodido de armar pero, eso sí, ya con las piezas completas.

Volviste.

Estamos caminando juntos. No hablamos, pero parecemos complacidos de estar juntos otra vez. Ahora estamos en la parte trasera de un auto, seguimos sin hablarnos y solo oímos una canción de Calamaro. Somos de una especie que desaparece, hasta nuestras diferencias se parecen, es lo que suena ahí.  

Volteo, amago mirarte y luego decido seguir escuchando el tema. En este instante, parecemos los personajes de esa película que nunca vimos juntos—sí, somos Tom y Summer—precisamente en la escena del ascensor y nos estamos mirando sin vernos. Pero no suena The Smiths, sigue Calamaro. Porque la música también nos unió. Y lo queremos a Calamaro porque es como nosotros: nada contra la corriente.    

Ahora estamos parados uno frente al otro en medio de un inmenso parque. Estamos con los brazos abiertos y se pueden ver nuestras manos repletas de cada una de las piezas del Lego. No falta ninguna. Y no se nos caen. Justo ahí y en ese instante es que nos reímos cómplices. Noto que te brillan los ojos de felicidad, no puede haber otro motivo.  

— ¡Volví!— dices emocionada y se te ilumina el rostro.
— Lo veo y no lo creo. Siento felicidad y miedo en iguales proporciones—digo con la mirada clavada en el pasto.
— ¿Miedo a que? —preguntas inquieta.
—A que nada esté pasando en realidad y que sean solamente mis ganas de que así sucedan las cosas—respondo con voz entrecortada.  
—Ah, ahora entiendo, tienes miedo a estar soñando—dices sonriendo.

Es extraño, esta vez parecía todo tan real. Sonaban nuestras canciones, decías nuestras palabras y se dibujaban nuestras sonrisas. Pero no lo fue. Era   un sueño y nada más. 

En fin.

Pero ayer te vi. Y no fue un sueño. Te vi. Estabas tan linda. Y no lo sabes, pero siempre voy a ver el mismo espectáculo—cada cuatro semanas en el mismo lugar y a la misma hora—con la gastada esperanza de buscarte entre la gente y, por fin, encontrarte. Y acercarme y no decir nada. Y pasar saliva. Y sentir como se llenan mis ojos. Y seguir sin decir nada. Y solo mirarte. Y olvidar todas las veces que imaginé ese encuentro para solo vivirlo intensamente. Y callar todas esas palabras que las noches—sin ti— me oyeron pronunciar. Y ser feliz solo viéndote. Y dejar que mis silencios hablen por mí. Y que todo sea como esa noche que apareciste entre la gente anunciando tu arribo a mi vida. Y callar como esa vez. Y huir como esa vez. Y perdernos de vuelta entre la gente. Y volver a encontrarnos. 

Y que ya no duela. 

Y ya no dejarnos.

Pero solo te vi. Y un poco morí. Creí estar preparado para eso, pero no. No me pude acercar y solo atiné a mirarte por unos pocos segundos, mientras me escondía entre la gente.

Minutos después, me acerqué a la barra del bar y compré una cerveza en el estúpido intento de encontrar algún arma externa que le incorporara a mi humanidad  alguna porción de ese arrojo con el que estoy seguro no he venido provisto a este mundo. Después salí, encendí un cigarro y lo fumé en silencio sentado en las escaleras de la entrada principal del bar. Solo pensaba y pensaba. Saber que estabas atrás de esas paredes, y justo atrás mío, era un contexto tan agridulce como duro de digerir y que explotaba en mis adentros.  

A los segundos, pasó por ahí “alguien” y solo puedo decir  eso. Yo estaba conmigo mismo y no necesitaba otra compañía. Solo sé que se detuvo y me hablaba sobre ningún tema. Pasa que mis ojos la vieron como una gran mancha multicolor y mis oídos la gozaron como la mejor película de cine mudo jamás filmada.    

Poco a poco, se me fueron quitando las ganas de enfrentarlo todo. Una vez más—sí, otra—mi desidia, temor o mis nulas intenciones de complicarme la vida le ganaron la batalla a mis ansias de mirarte a los ojos y decirte, cual balada antigua y cursi, que todavía no llega el día en que no te recuerde y que no me sienta un reverendo huevón por haberte perdido. Decirte, además, que cuando presente el libro que marcará mi real ingreso al circuito literario limeño es seguro que también voy a estar pensando en ti.

Me fui.

Estoy en la parte trasera de un auto—pero ya sin ti y en la vida real—es un taxi y estoy fumando pensando que no debí irme teniendo tantas cosas importantes (y otras no tanto) por decirte. Tengo un lío en mi cabeza. No sé si sonreír porque ya estoy a salvo de ti o llorar amargamente porque me estoy llevando conmigo todo eso que quise contarte.  

Y quise contarte tanto.

Quise contarte que hoy que te vi estaba seguro que te encontraría y que no sería como aquellas decenas de veces que desconsolado regresé a casa. Que hay un punto debajo de mi ojo que aún sigue ahí tras tres semanas, o cuatro, de aparecido. Que no estoy hecho para estar sin ti. Que Santiago ya tiene ya casi cinco años y sigue creciendo. Que suena “Stay” de Lisa Loeb, pero antes sonó “Adiós amor”, cosas del random cuando se entremezcla con la realidad. Que pronto voy a publicar una novela. Que, ojalá, y ya hayas  vuelto para ese momento. Que te la voy a dedicar, vuelvas o no. Que he llegado a la conclusión que el amor es como una religión a la que solo puedes seguir si la has experimentado; en la que crees y descrees según la cara de la moneda que te deja ver. Que este sábado se exponen algunas de mis fotos en un bonito lugar. Que la galería tiene bar y es seguro que ahí estaré parapetado en una silla leyendo muchas veces este texto. Que sigo escuchando la canción que cantaste para mí el día mismo de cumpleaños. Que cuando la escucho y asoma una lagrima, sonrío y me digo que es de alegría. Que no pensé colgar nada nunca más aquí, pero aquí estoy. Que alguna vez soñé con el día que te conocí y estoy seguro que me pude ver sonreír dormido. Que quisiera tener el aplomo de esos tiempos y decir algo que consiga, como esos días de hace muchos años, llamar tu atención para siempre. Que, obvio, tengo muy presente que estás lejos y que ha pasado mucho tiempo. Que podría decir muchas cosas sobre ese tema, pero aguardaré que vuelvas para hacerlo. Que bien dicen que cuando no lloras significa que ya no duele. Que, entonces, si duele y mucho. Que me va bien, muy bien. Que me mudo y ahora veré el mar al despertar. Que todo eso me importa una mierda y que mi único deseo es que el mundo me trague y me escupa en una isla donde estemos solos tú y yo sin ninguna otra comodidad que el solo hecho de tenernos.   

Quise contarte, Blue, que siempre te extrañé y que no hay más apuro que toda esta vida  que estoy malgastando sin ti.     

[“Cautivo y cautivado, de ti, por ti...”]   


[“Somos de una especie que desaparece, hasta nuestras diferencias se parecen…]


["I was here, but now I'm gone (so long, so long)..."]


["Now I know that I did something wrong 'cause I missed you. Yeah, I missed you..."]


["Tu no presencia y tu no besarme y tu no abrazarme serán mi gran tesoro…”]